Rosa Regás mira de frente a la vejez y a la muerte en 'La hora de la verdad'
La escritora de 77 años dice a la gente de su edad «que se puede ser muy feliz»
¿A qué edad es uno verdaderamente viejo? se preguntaba Francisco Ayala en uno de sus libros. Para la escritora Rosa Regás, la vejez es como ir de vacaciones, «cuando va pasando el tiempo te das cuenta que el verano se acaba». Y así lo refleja en La hora de la verdad, su reflexión sobre al vejez.
Una mirada sin velos, ni tapujos sobre la vejez y la muerte, que la autora de títulos tan significativos como Azul, Ginebra, Luna lunera, y que fue directora de la Biblioteca Nacional de 2004 a 2007, ha recogido en La hora de la verdad. Una mirada a la vejez, que publica Now Books. Con 77 años cumplidos y con la cartera repleta de proyectos -acaba de anunciar que irá entre los cinco primeros de las lista que encabezará el socialista Jordi Hereu para las elecciones municipales de Barcelona- Rosa Regás se ha querido sentar a meditar sobre el paso del tiempo. «Moriremos como han muerto los demás», escribe. «Quiero decir a la gente de mi edad que sí, que estamos cerca de la muerte, pero podemos ser muy felices y gozar a pesar de estar en una sociedad que desprestigia la vejez y la experiencia», dice en una entrevista con Efe esta mujer que ha perdido hace unos días a su hermano Oriol Regás, el gran promotor y catalizador cultural de la Barcelona de la Transición. «Hace años que comencé a escribir el libro Adiós a mis muertos y en los últimos meses me he dado cuenta de que he ido sumado más de 30 personas. Te das cuenta que has perdido mucho y que ellos son los que están y que yo soy la que me he ido. Por eso era el momento de hablar del temor a envejecer, de cómo lo hacen hombres y mujeres, y de lo bueno y malo que tiene esta fase de la vida», añade.
Y Regás, que desde el principio del libro deja claro que no se trata de ninguna investigación sociológica sobre la vejez, de sino un ejercicio de reflexión basado en su propia experiencia, asegura que quiere dejar claro que «no es lo mismo ser anciano en las clases más desfavorecidas, que, además de vivir en la necesidad, han ser sufrir la marginación por ser ancianos».
«Porque la vejez es terrible cuando a los pobres ancianos les hacen sentir que son un estorbo para la familia y la sociedad», subraya. Pero lo bueno de la vejez es vivir y hacer lo que te da la gana, y para ello hay que tener una vida intelectual y físicamente activa».
«Se trata de vivir inmersos en la inspiración, en la obsesión de un proyecto, un propósito, un ideal o al menos una intención, que se nos haya desvelado mediante la curiosidad, que mantiene en movimiento todas nuestras facultades mentales...», escribe Regás.