EL INVENTO DEL MALIGNO
Choriza
Esto ya lo habíamos predicho aquí, con perdón: llegaría un día, no lejano, en que las masas insultarían a Belén Esteban en la calle. Bueno, pues ya ha pasado: fue la otra tarde, en Madrid, en el espectáculo de uno de esos anzuelos comerciales para mentes juveniles que responde al nombre de Justin Bieber. Ocurrió que Belén quiso llevar al concierto a su inevitable Andreíta, que tiene once años (de esos padres que inician a sus hijos en el descerebramiento colectivo habría que decir algo, pero tal vez este no sea el momento). En coherencia con el elevado estatuto de Belén, nuestra heroína acudió invitada por la organización, -˜gratis total-™, y entró en el recinto por la puerta denominada VIP, o sea, la de la gente muy, pero que muy importante. Mas he aquí que, llegado el momento de bajar a la arena, Belén se equivocó de puerta, trató de abrirse paso por entre las prietas filas del común y la plebe, al verla, rompió a gritarle de todo: «¡Choriza, no te cueles!», le decían. Porque aquella gente había estado hasta una semana durmiendo en el suelo para no perder el sitio (insisto, algún día habrá que hablar de este paisanaje) y, claro, le sentó pero que muy mal que de repente apareciera la doña reclamando preferencia. Tan nerviosa se puso Belén que se quedó paralizada, con lo cual la bronca no hizo sino arreciar. Y el trance duró hasta que nuestra heroína reparó en el error, encontró su puerta y por fin pudo disponerse a disfrutar de la excelsa música del sublime Bieber, ejercicio que, según el testimonio de la interesada, se prolongó hasta las once de la noche, esfuerzo que ella misma calificó como «agotador». Bien. Ahí hubiera quedado la cosa de no ser porque Belén, que es de las que no olvidan una afrenta, fue incubando en su interior un hondo resentimiento hacia quienes la habían tildado de «choriza», y fue llegar al plató de Sálvame , territorio amigo, y dar rienda suelta a su indignación: «A la señora de pelo canoso, de jersey rojo y pantalón negro, 'H.P' lo serás tú», exclamaba la autodenominada princesa del pueblo. Pues eso: «choriza».