Diario de León
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El invento del maligno rosa belmonte

Seguimos con la polémica Sálvame: después de que el CAC haya pedido al Ministerio de Industria la retirada del programa, por la clara incompatibilidad de sus contenidos con el horario en el que se emite, el Ministerio ha reflexionado (valga la contradicción) y ha contestado que no, que no puede hacer eso, porque eso sería «censura». Y ya estamos de nuevo en una de esas situaciones, tan típicas en España, en la que todo el mundo actúa mal a la vez: la cadena, por mantener en antena un programa inapropiado; el CAC, por no acordarse de Sálvame sino ahora, cuando ha habido cambio de Gobierno en Cataluña; Industria, por sacar las cosas de quicio y contestar al «peras llevo» con un «manzanas traigo». Vamos a ver: la censura es un instrumento de control de la información que faculta al poder público para intervenir o directamente suprimir mensajes que violan de manera clara la ley. Si yo hoy escribo aquí una alabanza del asesinato, mi redactor jefe me lo censurará, y con razón; y si a él le pasa inadvertido, alguien podrá denunciarme ante la autoridad, y esta dictar el secuestro de la publicación y llevarme a mí ante los tribunales, y hará bien. Si un consejo audiovisual reclama -como ya han hecho antes las asociaciones de telespectadores- que se sancione a un programa que viola claramente el horario protegido, lo que tiene que hacer la autoridad es estudiar el asunto (poco hay que estudiar aquí, la verdad) y aplicar la ley. Y si la cadena se pone chula e insiste en reincidir, entonces habrá que pensar en medidas más severas. Cuando la vulneración de la ley es obvia y reiterada, el poder público tiene que intervenir. Y la respuesta que de él se espera es que adopte las medidas más apropiadas para que la ley prevalezca, no que se ponga de perfil y escape por la tangente. La propuesta del CAC seguramente es incorrecta desde el punto de vista del procedimiento, pero el hecho que denuncia es incuestionable. Y lo que tiene que hacer Industria es asegurar que la ley se aplica. Si no es capaz, entonces habrá que preguntarse por qué. Quizá las respuestas sean todavía más bochornosas que Sálvame.

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