Timadores
El invento del maligno josé javier esparza
Cuando Telecinco tiene algún problema de share, siempre hace lo mismo: monta alguna bronca entre sus figuras. Durante meses hemos estado asistiendo a la explotación inmisericorde del fenómeno Belén Esteban, explotación que esencialmente ha consistido en programar con periodicidad mensual -"más o menos-" algún lance romántico-genital de la heroína y personajes aledaños. El truco ha sido tan evidente que ya daba risa. Hasta que el modelo ha dado síntomas de cansancio. Y entonces la cadena, con esa habilidad tan suya para satisfacer a ese público tan suyo, ha introducido una variante en el procedimiento: meter por medio a otros personajes no vinculados directamente a Belén, pero sí a la cadena. Es lo que están haciendo ahora con Carmen Lomana, que ha salido en todas partes quejándose amargamente de lo mal que la tratan en Sálvame (programa, por cierto, al que el Gobierno sigue privilegiando de manera escandalosa al mantenerlo en antena contra toda ley y todo sentido común). Lo que uno puede legítimamente preguntarse es si el público que consume estos argumentos realmente se cree lo que está viendo o, simplemente, se limita a hacer el juego a la estrategia comercial de la cadena. Yo, al principio, pensaba esto último, es decir, presuponía que el espectador era inteligente, pero ahora, con la edad, mi opinión ha variado: he llegado a la conclusión de que el espectador tipo de Sálvame cree a pies juntillas todo lo que le cuentan en ese programa. Con esto pasa lo mismo que con el pressing-catch , esos falsos combates de forzudos que tanto gustan en América: el negocio no podría funcionar de no ser porque buena parte del público cree que esa gente de verdad se está sacudiendo.
Con frecuencia tendemos a pensar que el prójimo es más listo de lo que realmente es. Otros viven de la perspectiva contraria: nos toman a todos por tontos y hacen sus negocios apostando sobre nuestra estulticia individual y colectiva. En fin, siempre ha habido gente dispuesta a ganarse la vida tomando el pelo al vecino. Lo lamentable es que alguien llame a eso «periodismo».