Diario de León

FUE PREMIO CERVANTES EN 1984

Fallece el escritor argentino Ernesto Sábato a los 99 años

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Abel Gilbert / Buenos Aires
León

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El escritor Ernesto Sábato, premio Cervantes de Literatura en 1984 y uno de los intelectuales más gravitantes de la Argentina durante varias décadas, ha fallecido en Buenos Aires a los 99 años. Sábato, reconocido internacionalmente por sus novelas El túnel y Sobre héroes y tumbas, había nacido el 24 de junio de 1911 en la ciudad bonaerense de Rojas.

Su nombre está también fuertemente asociado a la transición democrática argentina. Raúl Alfonsín, el primer presidente constitucional surgido después que los militares abandonaran el poder, lo nombró al frente de la Comisión por la Desaparición de Personas (CONADEP), el organismo que elaboró el primer informe estatal sobre los efectos de las violaciones a los derechos humanos entre 1976 y 1983.

Como muchos hombres de su generación, Sábato se interesó desde muy temprano por la política. Descubrió esa pasión cuando estudiaba matemáticas y se convirtió en militante del movimiento de Reforma Universitaria, hegemonizado por el comunismo. En los años 30 se incorporó a ese partido, pero las noticias provenientes de Moscú, sumergida en el terror stalinista, lo llevaron a tomar otros caminos antes de que se iniciara la segunda guerra mundial.

"Era un lugar en donde uno se curaba o terminaba en un gulag o en un hospital psiquiátrico", dijo sobre su estancia en Moscú. Primer libro Sábato obtuvo el doctorado en Física en la Universidad Nacional de La Plata.

Continuó su formación en París, donde profundizó su acercamiento a la literatura. "Durante ese tiempo de antagonismos, por la mañana me sepultaba entre electrómetros y probetas y anochecía en los bares, con los delirantes surrealistas", evocaría.

Pronto, las ciencias duras serían cosa del pasado. "En el Laboratorio Curie, en una de las más altas metas a las que podía aspirar un físico, me encontré vacío de sentido. Golpeado por el descreimiento, seguí avanzando por una fuerte inercia que mi alma rechazaba".

En plena guerra mundial decidió cambiar de vida: se abocó a la literatura y, también, a la pintura. Su primer libro no fue, sin embargo, de ficción. Uno y el universo, editado en 1945, reúne sus reflexiones sobre el papel de la ciencia y el proceso de deshumanización de la sociedad.

Tres años más tarde, ganará reconocimiento literario con El túnel, una novela breve que traducía en clave argentina los efectos del existencialismo francés. Albert Camus la hizo traducir en París.

Para entonces, Sábato empezaba ocupar un lugar en la cultura argentina. El país era escenario de una fuerte polarización política. El escritor se colocó en el bando de los antiperonistas. Caída del peronismo En 1951 publicó Hombres y engranajes, un ensayo en el que profundiza las inquietudes de Uno y el Universo.

Tras la caída del general Juan Domingo Perón, en 1955, fue nombrado interventor de la revista Mundo Argentino por el Gobierno militar. Sábato es uno de los primeros intelectuales que intenta comprender el fenómeno del peronismo abandonando el rechazo visceral que lo hizo festejar el derrocamiento.

Esa nueva mirada estuvo influenciada por un hecho del cual fue testigo: mientras el escritor y sus amigos celebraban la huída de Perón, vio llorar en un rincón de la casa a la empleada doméstica.

Sábato renunció a su cargo oficial, denunció la represión de la Revolución Libertadora y escribió El otro rostro del peronismo: Carta abierta a Mario Amadeo, libro en el que elabora una mirada más piadosa de Eva Perón. En 1958, durante la presidencia de Arturo Frondizi, Sábato fue designado Director de Relaciones Culturales en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Renunció por desavenencias políticas.

Ya estaba inmerso en la obra que le daría más lustre local e internacional: Sobre héroes y tumbas, en la que narra la decadencia de una familia aristocrática, intercalada con un relato sobre la muerte del general Juan Lavalle, un héroe de la Independencia argentina. Incorpora además una larga sección Informe sobre ciegos, que tiene un fuerte componente fantástico.

El Informe fue llevado al cine por su hijo Mario Sábato. La dictadura de Videla En los 70, Sábato tuvo una efímera alianza artística con Astor Piazzolla, quien tuvo la intención de realizar un musical sobre su novela.

Este proyecto terminó plasmándose con el folclorista Eduardo Falú, con quien grabó el disco Romance de la muerte de Juan Lavalle; cantar de gesta. Sábato se encargó de los recitados. Entrados los años 70, los más convulsos de la Argentina, Sábato adquiere mayor protagonismo.

Sus opiniones políticas oscilan entre una izquierda moderada y un repentino acercamiento al centro. En 1974 publicó Abaddón el exterminador, una novela de corte autobiográfico y argumento apocalíptico en la cual Sabato se incluye como personaje. Es el año en el que recibió el Gran Premio de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE). El golpe militar de 1976 sacude a Argentina.

El baño de represión que se había iniciado durante la tercera presidencia peronista se hizo más intenso. Sábato fue invitado a almorzar con el dictador Jorge Videla. En esa mesa estuvieron también Jorge Luis Borges y un religioso.

Ninguno de los escritores abrió la boca para referirse a la situación de los desaparecidos. En esa lista ya estaba el reconocido narrador Haroldo Conti. Muchos le reprocharán a Sábato ese silencio. En 1984, el escritor se puso al frente de la CONADEP y escribió el prólogo de su informe, conocido como Nunca más.

La tarea de ese organismo antecedió al histórico juicio a los dictadores, en 1985. Aislado desde final de los 80 Hacia final de los 80, Sábato vive prácticamente aislado en su residencia, dedicado en particular a la pintura.

El 21 de diciembre de 1990 se casó por iglesia con Matilde Kusminsky Richter. La figura del escritor volvió a revalorizarse durante el Gobierno de Carlos Menem. Sábato se convirtió en un crítico pertinaz del presidente que indultó a los violadores a los derechos humanos.

A principios de la presente década publicó La resistencia. Solía decir por entonces, a tono con ese texto: "¡Yo soy un anarquista! Un anarquista en el sentido mejor de la palabra. La gente cree que anarquista es el que pone bombas, pero anarquistas han sido los grandes espíritus como, por ejemplo León Tolstoi".

España en los diarios de mi vejez (2004) es su último libro. Desde el 2005 que no salía de su casa. Llevaba una vida rutinaria, asistido por enfermeras y asistentes, que le preparan la comida y le leían durante la tarde hasta que se dormía. La actual edición de la Feria Internacional del Libro se aprestaba a realizar un homenaje cuando se ha conocido la noticia de su muerte.

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