Diario de León
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El invento del maligno josé javier esparza

Faltan pocas horas para que vivamos un nuevo acontecimiento histórico, otro de esos sucesos que el mundo del espectáculo produce a razón de tres o cuatro al mes. ¿Cuál? El partido, claro: el encuentro de vuelta de Champions entre el Barcelona y el Real Madrid.

Será el cuarto -˜partido del siglo-™ en tres semanas. Y podemos ironizar mucho sobre lo breves que son estos siglos, pero basta repasar las cifras de audiencia para constatar el increíble grado de movilización de la fiesta futbolera. El primer partido, en Liga española, el pasado 16 abril, le dejó a La Sexta 8,8 millones espectadores, cuota del 49,1%. El segundo, cuatro días después, fue la final de la Copa del Rey y batió récords: lo vieron más de catorce millones de personas (12,7 millones en TVE-1 y 1,4 millones en TV-3), con una cuota de pantalla total del 73%. El tercer choque, partido de ida de la Liga de Campeones, lo pudimos ver por las autonómicas (la FORTA) y tuvo 12,5 millones de espectadores, -˜share-™ del 63,6%. En su estela batieron récords los programas que viven de estas cosas en el planeta digital: Futboleros, Desafío Champions y, sobre todo, Punto pelota.

Cabe prever que la vuelta de Champions, por mucho que la eliminatoria parezca sentenciada, repetirá éxito, en particular si tenemos en cuenta las escandalosas circunstancias de la ida. Semejantes cifras han dejado escocidos a los canales ajenos, porque no hay manera de competir con estos vendavales. Hace poco el director general de Antena 3, mi amigo Javier Bardají, suspiraba que «no es normal que haya cuatro Madrid-Barça en abierto en 20 días» y formulaba sus votos para que estos partidos dejen de ser gratuitos. Me temo que no: es preciso que estos partidos sean gratis.

Carlos Marx dijo aquello de que la religión es el opio del pueblo. Después fue el marxismo el que se convirtió en el opio del pueblo. Ahora el opio del pueblo es el fútbol, que es menos exigente que la religión, porque no impone normas morales, y es más amable que el marxismo, porque no necesita policías ni alambradas. Y además, porque es gratis.

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