televisión
Ana Rosa
El invento del maligno. José Javier Esparza
Seamos respetuosos con las notas judiciales. La noticia dice literalmente así: «La titular del Juzgado de Instrucción número 43 de Madrid, Coro Cillán, ha archivado la causa abierta contra Ana Rosa Quintana, Telecinco, Quarzo y los periodistas que participaron en la confesión televisiva de la mujer de Santiago del Valle, Isabel García Rodríguez, sobre la culpabilidad de su marido en el asesinato de Mari Luz Cortés». En plata: después de que la mayor parte de la opinión pública haya puesto a Ana Rosa como chupa de dómine por ese asunto, he aquí que los tribunales resuelven que no hay pecado. Como este escriba ha sido el único -fuera de los propios interesados- que ha roto aquí un par de lanzas por Ana Rosa, puede usted imaginarse lo contento que estoy. Y al mismo tiempo, lo vindicativo que me siento frente a unos colegas que condenaron la exclusiva de Ana Rosa con unos argumentos que, sinceramente, todavía no he acabado de entender. Los cargos que se había arrojado sobre la espalda de Ana Rosa eran severos: coacciones, engaño, obstrucción a la Justicia, deslealtad...
Pero, ¿por qué exactamente? ¿Por llevar a la mujer de un presunto asesino a una situación de tensión emocional tan fuerte que confesó su participación en el crimen? Se olvida que el criminal es quien comete el crimen, no quien obtiene la confesión. Entre quienes han querido poner a la Quintana en la picota está la Asociación de Telespectadores y Radioyentes (ATR), una entidad amiga a la que aprecio y cuyo trabajo admiro, pero que en este caso, a mi juicio, se ha equivocado de batalla. Nuestra televisión en general, y Telecinco en particular, están llenas de basura y hay otras muchas causas por las que deberían ser llevadas a los tribunales, y con más razón que este lance.
Conforme a la rutina procesal, ahora contra ese archivo del Juzgado 43 de Madrid podrá interponerse recurso, y seguro que alguien lo hará, pero sería francamente raro que otra instancia se tomara en serio una ofensiva que ha sido más mediática que propiamente judicial. Y no hay nada más que decir. Punto redondo.