Diario de León
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El invento del maligno. José Javier Esparza

H ay debates que conviene no cerrar. La permanencia española en el festival de Eurovisión es uno de ellos. En los últimos años, una sucesión de actuaciones catastróficas, impulsadas por un proceso de selección más que sospechoso, había inhibido un poco el debate: «si, vale, nunca ganamos, pero es que lo que llevamos ahí es una risa». ¿Con qué derecho podíamos protestar? Pero el año pasado, después de una actuación meritoria en el festival, la posición de TVE no fue mucho mejor. Y al contrario, se iba haciendo cada vez más patente, hasta el escándalo, el enjuague del intercambio de votos entre los países del Este, enjuague que, para colmo, la propia Eurovisión tolera e incluso auspicia, pues no en vano significa aumentar el mercado y, por tanto, el negocio. Lo que ha pasado este año ha sido para no creérselo. La actuación de la representante de TVE, Lucía Pérez, resultó bastante desdichada: una buena cantante con una mala canción. En efecto, ese Que me quiten lo bailao es una horterada cuya letra, por otro lado, parece pensada ex profeso para el presidente Zapatero. Pero el castigo final parece excesivo: antepenúltimo es una posición lacerante. Sobre todo cuando la canción ganadora, la de Azerbaiyán, es cualquier cosa menos brillante. Azerbaiyán, sí: cada vez más al Este. Lo próximo será Mongolia. TVE hizo bien su trabajo en la retransmisión del drama: José María Iñigo es una garantía de fiabilidad. Pero el problema no está en el trabajo concreto de cobertura, sino en la presencia en el festival en sí. TVE nos cuesta un pastizal de dinero. ¿Es preciso hacer el ridículo de esta manera? La víctima, Lucía Pérez, no parece sentirse afectada: «me siento ganadora», dijo después del naufragio. Lo tenemos dicho: hay libros de autoayuda que han hecho muchísimo daño. En la misma línea, en TVE dicen que esto ha sido un éxito y arguyen en su favor los índices de audiencia. Quiá: ni por esas. Ni una cuota del 40% sería capaz de ablandar la dura realidad: nos estamos gastando el dinero público en algo que solo provoca escarnio. Hay que irse del Festival. Ya.

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