Diario de León

TOROs. FERIA DE SAN ISIDRO

Tarde feliz para Ventura

FERMÍN BOHÓRQUEZ/ PABLO HERMOSO DE MENDOZA/ DIEGO VENTURA Plaza: Las Ventas. Decimosegundo festejo de feria. Lleno total. Ganadería: Seis toros despuntados. Todos, del hierr

El rejoneador Diego Ventura coloca una banderilla a uno de sus astados.

El rejoneador Diego Ventura coloca una banderilla a uno de sus astados.

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El gran toro de la primera de rejones de San Isidro fue un cuarto del hierro de San Pelayo que salió galopando. Bohórquez lo esperó a porta gayola sin ceremonias y tuvo que correrlo por delante a modo. Contra costumbre, los tres primeros de corrida se habían cambiado con solo un rejón de castigo, y dos de ellos -segundo y tercero- se habían apagado pese a eso. Bohórquez hizo lo propio en ese segundo turno. Lo pagó caro, pues el toro, citado de punta a punta varias veces y con todas las ventajas para abrirse, se vino galopando con tantos pies que a Bohórquez le costó un mundo reunirse, fue imposible cuartear y tocó tocar las farpas casi con arco. Y sin hacer diana.

Cinco o seis intentos marrados, banderillas por el suelo. Y un caballo artista, que se llama Bohemio y, en corvetas y levantadas, es capaz de provocar a quien sea. Con dos pares a dos manos, y con el toro cerrado entre tablas y rayas, se salvaron los muebles. Un rejón de muerte delantero bastó. Pero se fue el toro casi tal cual.

Luego, estaba esa rivalidad ni soterrada ni candente que enfrenta a Pablo Hermoso y Diego Ventura, y que en Madrid -con ese público flotante de los sábados de feria- pareció vivirse muy ajenamente. Ganó Ventura. Aplomadísimo, el segundo de corrida, que Pablo toreó con extraordinaria calidad en el tercio de castigo —fue, seguramente, lo más puro de la velada—, no le dejó llegar con el rejón de muerte. Dos veces se soltó el rejón del gancho sin poder ni clavarse. No hubo muerte hasta el cuarto intento. Y por eso no contaron ni las lindezas de Ícaro, el caballo mexicano que ya es autoridad mayor en la cuadra, ni las habituales galopadas de costado del famoso castaño Chenel.

Clavó Hermoso a estribo y arriba y se adornó con piruetas antes de matar. Ventura no se complicó la vida para castigar de salida al tercero, y se hizo notar la diferencia con lo que había hecho Hermoso en el toro anterior. Pero en banderillas salió ese genial caballo Nazarí que en galopes de costado se deja llegar el toro lo indecible y el ambiente se volcó ruidosamente. Se batieron con fuerza las palmas de ganso, tan de moda en las corridas de rejones por alguna caprichosa razón. Para subrayar cites, reuniones y clavadas. Pidieron música los herejes. Y de pronto se paró el toro. Ventura sacó a Distinto, un tordo que, veterano, no tiene el porte soberbio del resto de la cuadra. Hace su trabajo, aguanta en corto, espera, no ataca, sale de suerte sin aire. Ventura se adornó en desplantes de teléfono y agarró un rejón de muerte casi fulminante.

Casi, porque todos los toros tuvieron muerte de bravo. Bohórquez se eternizó con el rejón de muerte en el toro que rompió el fuego y que se movió con alegría. Un caballo interesante en la cuadra de Fermín: Brasileño. Pero lusitano. Tordo. Nueve años. Hace más de veinte que Fermín debutó en Madrid. Después de arrastrado el cuarto y durante la primera mitad de lidia del quinto sufrió un desmayo el ambiente. Bochorno. Kilos y kilos de pipas cascadas o cascándose, charlas de mujeres, que eran mayoría. Y un toro de una seriedad formidable, que estuvo a punto de saltar como buen murube, de un morrillo y cuello descomunales, con poca gana de pelea. Costó meterse con él. Hermoso sacó a un caballo Pata Negra que hace dos años estuvo a punto de morir en las Ventas de una cornada terrorífica en la barriga, pero salvó la vida. Y aquí estaba cuarteando con alegría y arriesgando como si nada. Preciosas las reuniones en los medios de las dos últimas farpas. Una estocada trasera.

Y, en fin, el clásico fin de fiesta desmelenadísimo de Diego Ventura, que se tomó la cautela de ponerle al serio sexto dos de castigo y no uno, que se adornó a dos pistas con ese estupendo tordo Revuelo, ataco con pureza cuando sacó a Sueste y que, en fin, puso a la gente de pie con un tordo llamado Morante, y que no porque se llame Morante, sino por lo que sea, torea de maravilla. Y hace lo que nunca haría el Morante verdadero: pegarle mordiscos a un toro en el morrillo. ¿Está bien, está mal? A la gente le encanta. Después de los muerdos, Ventura se descolgó sobre el lomo del toro y, en el momento preciso, se fue a la barrera de sol para subir al estribo al caballo Califa, que iba a matar a la primera y a redondear, por tanto, tarde y faena. Puerta grande.

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