Diario de León

TOROs. FERIA DE SAN ISIDRO

Morenito, artista

DIEGO URDIALES / MORENITO DE ARANDA / MIGUEL TENDEROPlaza: Las Ventas. Decimoséptimo festejo de feria. Lleno total.Ganadería: Se lidiaron toros de «El Cortijillo», mal presentados y sin empuje a excepción

El diestro Miguel Tendero da un pase con la muleta.

El diestro Miguel Tendero da un pase con la muleta.

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juan miguel núñez | madrid
León

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Sólo por presencia -indecente presencia, conviene matizar-, se sabía que los toros no iban a «servir». Aunque el público no protestó hasta el cuarto, desde luego el colmo, un toro colorado muy corto, que de haber tenido la capa negra aún hubiera parecido más chico. Quede claro que fueron los toros la piedra de toque del fracasado festejo. Aunque no sería justo pasar por alto la emoción que prestó el segundo, un toro, sin embargo, al que hay que analizar minuciosamente en el comportamiento que tuvo en cada tercio de la lidia.

Distraído de salida. Morenito le enjaretó pausados y más que estimables lances a la verónica. Manso sin paliativos en el caballo, y manso en banderillas, se iba suelto a las primeras de cambio. Y la muleta. Ahí cambió el panorama. El toro empezó a «desarrollar» lo que no parecía. Violentas y muy bruscas las primeras arrancadas. El toro huía hacia adelante, arrollando, y la gente confundió genio con bravura.

El mérito de Morenito fue grande, primero por aguantar aquel torrente de aspereza, sin permitirse un fallo o paso atrás, que el toro hubiera aprovechado para hacerse el amo de la situación. La muleta siempre por delante para engancharle y llevarle muy tapado, adelantándose a la acción del animal. Firme y muy quieto, muy seguro, «Morenito» impuso su mando. Se sucedieron las series, primero a derechas, con el toro con mucho ímpetu y cada vez más entregado. Toreo seguido, de perfecto hilván, en series de cuatro y hasta cinco muletazos. Los remates de serie, por abajo, de mucha categoría.

Y todavía, al natural, lo más importante. No le importó a «Morenito» ni el viento ni la brusquedad del astado para seguir «ahí», ahora si cabe más artista que poderoso. La plaza fue un clamor en el final de faena. Una estocada hasta las cintas, sin embargo, no dobló el toro. El segundo golpe de descabello enfrió incomprensiblemente los ánimos del tendido, que premio la obra con una gran pero cicatera ovación. Que no asomaran pañuelos en demanda del trofeo dice poco bueno de la sensibilidad de la plaza. Público igualmente frío con Diego Urdiales en el cuarto, un toro descompuesto al que le costaba mucho tomar y seguir el engaño. Urdiales no se rindió, y a base de tesón, y, ojo, también de valor, le obligó a la huida hacia adelante. Y en las pocas e insulsas arrancadas que tuvo, Urdiales le pegó muletazos muy buenos, aislados pero de muy bella factura. Lo mató bien, y sin embargo, se guardó silencio. Tampoco se entiende. El resto del festejo estuvo marcado por las condiciones adversas de los toros. Urdiales se estrelló con un descastado y casi inválido primero. Morenito anduvo voluntarioso frente al incómodo quinto, que se quedaba debajo, sin rematar los viajes, y cuando le apretaba se vencía. Y Tendero. Faena sin relieve a su primero, que lo poco que empujó fue dando cabezazos. Tampoco tuvo chispa el último.

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