TOROs. FERIA DE SAN ISIDRO
Toros de pesadilla
JUAN JOSÉ PADILLA / ANTONIO FERRERA / CÉSAR JIMÉNEZ Plaza: Las Ventas. Veinte festejo de feria. Lleno total.Ganadería: Se lidiaron cinco toros de Samuel Flores, el tercero con el hierro de Manuela Agustina López Flore
No era corrida propia para Madrid, y menos en San Isidro, para defraudar a tanta gente que durante la semana no puede ir a la plaza y reserva sus ilusiones para el domingo. Y no es de recibo, que asegurado el lleno, se ofrezcan carteles como éste, de dos toreros «legionarios», los más veteranos, y un tercero cuya carrera no termina de levantar vuelo a pesar de lo bien que ha apuntado en ocasiones. Pero lo peor, la clave del fracasado festejo, fueron los toros. ¿No sabía el ganadero lo que había criado y seleccionado para la ocasión? Toros como ciervos por las exageradas arboladuras que lucían, y como bueyes por su total mansedumbre.
No cabía otra alternativa en el tendido que el aburrimiento, previa desesperación de los toreros en el ruedo. Lo malo es que todavía hubo quien quiso pedir cuentas a la terna. Desde luego que todos los intentos fueron imposibles. Así que esta vez se impone el silencio de respeto. Padilla decía seguramente adiós a Madrid después de haber anunciado que está en temporada de despedida. No va ser grato el recuerdo de esta tarde, y en verdad se merecía otra cosa, por su impecable «hoja de servicios» en la profesión. Un torero que se ha movido entre la vistosidad, el valor y el poderío, y cuya conducta ha sido de una absoluta seriedad, tenía que haber tenido una oportunidad más clara para una ocasión como ésta. Con el manso y huido primero, el llamado Ciclón de Jerez se las vio duras para intentar sujetarlo. Fue imposible meterle mano por ningún lado. Y con el cuarto, que andaba a la defensiva, midiendo y repartiendo gañafones a diestro y siniestro, al menos no se arrugó. Estuvo ahí, que ya es bastante. Banderilleó en solitario al cuarto, y a dúo con Ferrera el primero, en ambos con mucha suficiencia. Ferrera se estrelló también con su primero, muy manso y distraído, que tenía un molesto cabeceo, con la cara siempre por las nubes, pero con el que intentó lo imposible. Y no tuvo tanta confianza frente al quinto bis, toro rebrincado y muy corto de embestida. Con las banderillas en este último estuvo de clamor, con quiebros y recortes muy ajustados. Mas sólo fue eso. Jiménez tampoco resolvió nada, a pesar de que a sus manos fue a parar el único toro que parecía que se iba a dejar, el tercero. Toro justito de fuerzas, algo más noble, pero sin llegar a «romper». Hubo una tanda a derechas, limpia, ligada y con cierto poso. Pero en la siguiente, la interrupción de un inoportuno desarme lo desbarató todo. Ya no fue capaz de remontar, entre otras cosas porque por naturales el toro iba de uno en uno y sin humillar. El sexto, como toda la corrida, pegó arreones de manso en el caballo, apenas se paró en los capotes y llegó a la muleta mirando por encima del estaquillador y con poquísimo recorrido. Una papeleta que Jiménez solventó con oficio.