Diario de León

El último molino de León es hoy un garaje

El 'Sidrón', una harinera centenaria varada en plena ciudad, sigue sumida en el olvido

Vista exterior del Molino Sidrón desde Ramón y Cajal: es el edificio que sobresale a la izquierda

Vista exterior del Molino Sidrón desde Ramón y Cajal: es el edificio que sobresale a la izquierda

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emilio gancedo | león
León

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Una de las presas históricas de la tierra leonesa, la de San Isidoro o San Isidro, sacada del río Torío, alimentó centenares de molinos y fábricas harineras a lo largo de los siglos, la mayoría de los cuales se han ido perdiendo hasta quedar sólo un mínimo puñado de ellos, habitualmente muy transformados, deshabitados o en práctica ruina. Pero uno quedó «varado» en medio de la capital leonesa toda vez que ésta fue creciendo y devorando espacios rurales como la extensa zona denominada Era del Moro, al pie de las murallas de Puerta Castillo.

Hoy, el llamado Molino Sidrón es el último ingenio hidráulico tradicional existente dentro del casco urbano de León, un edificio de notable interés etnográfico que resulta prácticamente desconocido para el gran público. Su ubicación es singular: actualmente está «embutido» entre un garaje y una nave de reciente construcción formando tres cuerpos comunicados entre sí que albergan, todos, plazas de aparcamiento. Además, casi «toca» con uno de los cubos de ese descuidado tramo de muralla, semioculto por viviendas, vegetación, muretes y otras edificaciones, que linda con la calle Era del Moro.

Los orígenes del Molino Sidrón son, a decir de los expertos, muy remotos. Uno de los mayores conocedores del patrimonio industrial leonés, el historiador Javier Revilla, explica que el primitivo molino hidráulico, de antecedentes muy antiguos, fue modificándose y ampliándose con el tiempo hasta dar lugar a una fábrica de harinas. «La noticia más antigua que hasta ahora tenemos nos conduce al año 1868. En el Boletín Oficial de la Provincia de León, números 87 y 88, aparece este anuncio: «Se arrienda la acreditada Fábrica de Harinas que fue de D. Antonio Santos, sita en las afueras de esta ciudad; para tratar de ajuste podrán verse con su Sra. Viuda en dicha fábrica». Al año siguiente aparece otro anuncio similar (BOPL, número 124, 20-08-1869) que aclara: «Se arrienda por la Sra. Viuda de D. Antonio Santos, la acreditada fábrica de harinas, sita en la Era del moro y término de esta ciudad». De esta manera, y en fecha desconocida, como continúa detallando Javier Revilla, «llega a propiedad de los hermanos Pilar y Mariano Santos, quienes deciden darle un fuerte impulso a comienzos del siglo XX, pues el proyecto presentado al Ayuntamiento de León data del 8 de abril de 1904. Básicamente respeta los dos edificios existentes y entre ambos realiza un gran silo».

En realidad, lo único que hoy permanece en pie de los dos cuerpos y del gran silo es el edificio original del molino, cuya cumbre asoma por entre el garaje adosado a él.

Del molino previo, y según la imágen histórica del fotógrafo Germán Gracia, «podemos decir que sigue las características de la primitiva arquitectura industrial leonesa -expone Revilla-, empleando fundamentalmente ladrillo macizo y cajones de tapial o cantos cogidos con cal. La piedra sillar se emplea, como era habitual, sólo en las tres arquerías de los cárcavos (arcos por debajo de los cuales pasaba el agua)». El nuevo silo y demás estancias ejecutadas por el maestro de obras y agrimensor Andrés Valcarce se adecuaron a la arquitectura existente, «utilizando el ladrillo macizo y realizando con éste algunos escasos elementos decorativos como son resaltes y cornisas. En la cubierta abrió buhardillones que remató con bonitos detalles en madera», concluye el historiador coyantino Javier Revilla.

En la actualidad, y según ha podido comprobar este periódico, la estructura original del molino permanece, con las vigas en las que se sustentaba las ruedas y el resto de engranajes, y parte del piso de madera que daba acceso a los cárcavos y rodeznos. En cambio, de la maquinaria en sí no parece quedar prácticamente nada, pues, según algunas fuentes, fue vendida por el propietario para dejar paso al actual negocio de alquiler de plazas de garaje. Los tres cuerpos están comunicados para hacer sitio a los vehículos de tal manera que los cárcavos o arcos, ya sin agua que pase por ellos, permanecen cegados a la altura de los faros de los coches. Hasta hace no mucho había un precioso cartel en la puerta: «Se admiten vehículos a pupilaje»...

Particulares y asociaciones han venido pidiendo la recuperación, quizá para usos culturales, de este edificio insólito. En su día, por ejemplo, se presentó el proyecto de convertirlo en «museo del agua» y también otro para que albergara la extraordinaria colección de indumentaria tradicional leonesa propiedad del etnógrafo Javier Emperador, una de las más importantes de todo el noroeste, haciendo posible una especie de Museo de las Tradiciones Leonesas o similar. «La recuperación de este molino podría entrar a formar parte de un circuito cultural de la parte Este de la ciudad, conformado por los restos de la Legio VI, Puerta Castillo, el molino Sidrón, Espacio Vías, el chalet de Padre Isla, la iglesia de Renueva, el Auditorio, el Musac, el centro cívico León Oeste, San Marcos y la casona de Carriegos», propone Javier Emperador.

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