2.000 años de silencio
El ingeniero de minas Roberto Matías se topó con la explotación hace nueve años mientras exploraba la zona
Bien conocidas por el hecho de que la Unesco las declarara Patrimonio de la Humanidad en 1997, la fama de Las Médulas oscurece, en cambio, el amplísimo manojo de canales que recogía agua de las alturas del monte Teleno y de los Aquilianos y la llevaba hasta las minas bercianas —conducida a gran velocidad, arrastraba y limpiaba la tierra para dejar al descubierto el oro— que hoy son visitadas por cientos de personas. Pero los canales, minas de interior, depósitos, embalses y otras construcciones e intervenciones romanas en el suroeste leonés conforman un patrimonio extraordinario, único en España, investigado y valorado por expertos de dentro y fuera del país, que todavía no cuenta con ningún nivel de protección.
Así, por ejemplo, en el Congreso sobre Las Médulas celebrado en Astorga en 2006, el ingeniero de minas Roberto Matías, destacado conocedor de la zona y descubridor de la citada y otras minas, presentó un análisis detallado sobre la minería del oro en la sierra de Teleno, a la que definió como «el mayor conjunto mundial de minería aurífera romana», como ya habían sugerido otros especialistas anteriormente. La afirmación fue fruto de dos años de trabajo por encima de la cota de 1.400, en los que cartografió más de 132 kilómetros de canales. «Creo que por debajo de esta altitud la obra hidráulica puede multiplicarse tres o cuatro veces», aseveraba. Además, dos de los canales de la vertiente sur del Teleno constituyen sendos trasvases de agua entre cuencas hidrográficas, lo que elevaría hasta cuatro el número de obras hidráulicas romanas de este tipo que se conocen en la Península Ibérica, tres de las cuales se encuentran en esta misma área.
El descubrimiento. Y es que este ingeniero técnico de minas había tenido la buena ventura, en julio del 2002, de darse de bruces con un imponente agujero, «parecido a una sima», recuerda. Más por curiosidad entró, «bajando por una fuente pendiente». «Ante mí apareció un pasillo labrado de más de cincuenta metros de longitud, por el que podía andar sin agacharme». No lo dudó ni un minuto: «Comprendí que se trataba de una mina abandonada», sentenció. La relevancia científica radica en que el conjunto «ha permanecido intacto durante cerca de 2.000 años», desde que lo abandonaron las cuadrillas que horadaron, al menos, cinco galerías en la montaña para localizar hasta veinte vetas de cuarzo donde se incrustaban las partículas de oro. En estos años de investigación, la última aportación ha sido la localización de una nueva galería de acceso a las vetas de cuarzo; otra de desagüe, perpendicular a la entrada principal «como si en un momento determinado se hubiese decidido cambiar la dirección de los trabajos subterráneos» y la determinación de que se trataba de una explotación «sistemática y organizada».
Además, afirma Matías, «fue la última fase de explotación del complejo minero de Llamas de Cabrera», tras su cierre, desapareció toda actividad. El arqueólogo y científico del CSIC, Javier Sánchez-Palencia aseguró entonces que resultaba del todo evidente «que en Las Médulas había más oro del mencionado hasta ahora, pero en la Cabrera existían muchas más minas, unas treinta, y la riqueza, el oro existente por metro cúbico de terreno removido, podía ser más elevado».