Hacer poesía con una cámara

La estética fotográfica de Esther Santás ha llegado a un grado importante de singularidad. La artista se expresa con enorme personalidad y dejando claro que sabe muy bien lo que busca, lo que quiere hacer. Así, en la exposición que acaba de inaugurar en la galería Ármaga, presenta un delicioso recorrido por sus temas preferidos: la arquitectura, y el paisaje, el paisaje urbano y la naturaleza. Sus fotografías contienen siempre un acentuado acento poético, en el que los colores, siempre delicadamente difuminados, tienen mucha importancia. Esther Santás demuestra poseer buen ojo a la hora de disparar su cámara, consigue captar siempre ese momento mágico que apenas dura un instante. Pero tiene también paciencia y sabiduría para la posproducción. Tras sus imágenes hay muchas horas de ordenador, muchos versos plásticos creados a partir de la meditación. Quizá por eso, por su constancia oriental, Esther esté profundamente enamorada de la estética y el urbanismo japonés. Y precisamente a Japón dedica algunas de sus fotografías, retratos realizados antes del tremendo terremoto que asoló el país, pero recreados después y presentados en tono de nostalgia, como una sentida ofrenda al sufrimiento de un pueblo.

También en esta ocasión se hace más patente en la muestra la tendencia pictórica de la artista, que cada vez con más intensidad interviene sus instantáneas para darles una fuerza superior, una estética más definitiva, más depurada. El crítico Luis García, dice a propósito de esta exposición: «En la propuesta surgen composiciones nítidas, de gran esquematismo geométrico que nos aproximan al tratamiento conceptual y minimalista. Por otro lado también aporta piezas de gran fuerza y tensión dinámica que nos aproximan a un tratamiento manierista de la imagen. Esther Santás nos muestra en su exposición un gran abanico de enfoques y planteamientos y demuestra un gran dominio técnico y conceptual». La carrera sin fin de una niña en una playa infinita, la abigarrada maraña de la vegetación de un bosque abrazado por la niebla, las gigantescas figuras hieráticas de osados rascacielos y los horizontes sin fin del mar o las praderas, son propuestas estéticas de gran intensidad en las que Santás demuestra su sabiduría como fotógrafa.