«En León tendría que haber un gran taller de vidrieras»
Cuando Luis García Zurdo llegó a Alemania para conocer los secretos de la vidriera, se encontró con que Josef Oberberger, el que sería su principal profesor, tenía cubierto el cupo de alumnos para sus aulas, por lo que tuvo que vivir todo un año trabajando, primero de albañil, y después de limpiador de cristales en grandes edificios. Actividades que complementó con la venta de pequeñas pinturas en una galería de Innsbruck. «Al acabar la carrera de Bellas Artes, me dieron una beca del Ministerio de Educación, concretamente de la Dirección General de Bellas Artes, porque su director se convirtió en un protector mío, fue alargando y alargando la beca, que en principio era de un año, hasta tres años más, para que acabara. La última vez me dijo A ver si acabas de estudiar de una vez, porque eres interminable».
En su periplo europeo se dio cuenta de que lo que había aprendido en Bellas Artes pertenecía al siglo XIX, no tenía nada que ver con el arte contemporáneo, por lo que tuvo que recorrer un largo camino hasta conocer y asimilar los nuevos conceptos. Allí conoció a los vitralistas alemanes Meistermann y Schreiter. Y con la intención de ampliar la formación adquirida viajó a Italia, Austria, Bélgica y Salzburgo.
Un taller de vidrieras. A pesar de sus muchos logros hay algo que siempre lamentará no haber conseguido, a pesar de que los políticos de algunos momentos, con la colaboración de la entonces Caja de Ahorros y Monte de Piedad, estuvieron a punto de hacer realidad, un gran taller para la enseñanza del arte de las vidriera y su restauración. «Para León y para el mundo de la vidriera sería fundamental, sobre todo teniendo en cuenta que en la Catedral tenemos algunos de los vitrales más hermosos del mundo. Pero yo no puedo meterme en eso, con hacer mis modestos trabajos estoy contento».
Zurdo insiste también en recordar sus años, sus muchos años, que no impiden que sea aún un artesano en plena actividad. «Soy únicamente un pintor y un vitralista emérito. Estoy jubilado, aunque nunca he dejado de hacer cosas para mí y para exposiciones a las que me invitan. Mis últimos trabajos se han ido para Galicia, para Santiago de Compostela, Vigo-¦. Galicia la tengo cosida. También he hecho cosas para Oviedo, Gijón-¦ en definitiva para casi todo el territorio nacional». Pero Zurdo no vive esta etapa de su existencia en soledad. «No, ahora tengo una discípula, que es mi hija Graciela. Ha terminado Bellas Artes y parece que le gusta todo esto. Además es muy crítica ya a veces me corrige. Lo bueno es que en muchas ocasiones lleva razón. Ya tiene una opinión formada sobre la vidriera y eso, para mí, es muy interesante».
Un enorme Cristo con una tosca cruz de madera y la imagen fundida en bronce y policromada, es uno de sus últimos trabajos. Estará situada delante de una doble vidriera que será «un recordatorio de los monjes Florencio y Sancho, del monasterio de Valeránica, que fueron los que iluminaron en la Edad Media la célebre Biblia visigótico-mozárabe que atesora en San Isidoro. Ellos mismo se retrataron el final del trabajo brindando con unas copas de vino».
El Codex Biblicus Legionensis, según consta en la miniatura que cierra la Biblia como colofón, fue terminado en Valeránica el 19 de junio del año 960 por el miniaturista Florencio y el calígrafo Sancho, que incluyen en el mismo sus figuras por duplicado rodeando una gran letra omega formada por dos arcos de herradura invertidos.
Sus vidrieras de la Catedral. Zurdo ha dejado sus espectaculares vidrieras en buena parte de los edificios oficiales y religiosos de la ciudad, entre ellos la Catedral o la Casa de Botines, pero también ha realizado pequeñas obras maestras para los periódicos, como el logotipo del centenario del Diario de León. «La prensa en general y el Diario de León en particular, se portan muy bien conmigo, por eso cuando me hicieron el encargo de crear un logotipo para la celebración del centenario del periódico me puse a dibujarlo con enorme interés. Fue en el año 2006, y en el dibujo se unen dos símbolos leoneses por excelencia, la «D» gótica de la cabecera del periódico, y los vivos colores de las vidrieras catedralicias, para crear un logotipo que lo dice todo por sí mismo. Alguien dijo en su presentación que la esencia del periódico está perfectamente reflejada en este logotipo».
¿Artista o artesano? ¿Eterno discípulo o maestro? ¿Humilde pintor o gran vitralista?
«Quiero que quede claro no soy humilde. Lo que sucede es en que mi trayectoria profesional he tenido una gran suerte y a la vez una gran desgracia. La gran suerte fue que gracias a al paso que di al irme a Europa en plena juventud y estudiar con grandes maestros, conseguí una aprendizaje irrepetible, pues aunque alguien quisiera hacer lo mismo hoy no podría, porque la mayoría de esos maestros han desaparecido. En Alemania, la destrucción sufrida por la Segunda Guerra Mundial en edificios particulares, oficiales e iglesias fue terrible. Para la reconstrucción de su patrimonio dejaron una gran libertad a los artistas del momento, para que hicieran unas obras que no necesariamente fueran simples restauraciones, sino que se convirtieran en representativas del siglo XX. Como digo la gran suerte fue haber estado allí». Y la gran desgracia, asegura, es que «cada vez que doy el más mínimo estornudo salen ellos a relucir y me dan un cachete, porque nunca he llegado a conseguir las calidades y cualidades que ellos tenían y que han quedado reflejadas en sus obras. Eso es como un castigo que me ha perseguido a lo largo de mi vida». Añade: «No soy un artista humilde-¦ soy una persona realista-¦ y felizmente jubilada».