La salvación cuesta 25.000 euros
? Santa Cristina del Páramo es una pedanía de Laguna Dalga con sólo dos vecinos y alguna historia a sus espaldas que se evaporará, como la de tantos otros pueblos, cuando la espléndida espadaña de su iglesia rural se desplome hendida por el rayo de los años, por una pesada masa de piedra, por el empuje de los arcos del campanario, por la erosión, el olvido y la pereza popular.
Pereza que sin embargo se niega a dejar que invada su ser Saturnino Rodríguez, párroco de Santa María del Páramo e incansable pastor que desde hace tiempo busca quien salve un pequeño templo con más de cuatro siglos de historia. Y parece que sus plegarias, en parte, han sido escuchadas. Amadeo Vázquez Prieto, arquitecto, aparejador y vecino de Santa María del Páramo ha acudido a su llamada. «No es la primera vez que trabajo para Saturnino, ya restauré las iglesias de Santa María, la de Grisuela, la de Zotes (después de caída) e hice una propuesta para San Pedro de las Dueñas del Páramo pero no prosperó». Todo ello de forma altruista, movido por el amor a unos tesoros cuya conservación no tiene precio.
Salvar la decadente iglesia de Santa Cristina ascendería a la cantidad de 25.000 euros, según el exhaustivo estudio realizado por Vázquez Prieto a petición del propio Saturnino. ¿Pero de dónde saldrán los fondos para acometer la restuaración? «Tenemos preparada la solicitud de una subvención a la Junta, Obispado y a la propia Diputación que se hará firme cuando abran el plazo el próximo mes de septiembre, pero de concederla, como mucho la cantidad rondará los 6.000 o 7.000 euros», puntualiza este arquitecto afincado en Madrid desde los 18 años que sin embargo viaja hasta su localidad natal cada dos o tres semanas.
Una cifra que se antoja insuficiente. «Con ese dinero sólo se podrían arreglar las aceras y parte del tejado, pero el templo necesita un lavado de cara integral. Nuevo tejado, combatir la humedad, limpiar los rastrojos de los alrededores y sobre todo intervenir su torre», añade.
Esta iglesia exenta tiene una nave cubierta a dos aguas; presbiterio separado de la nave con arco de medio punto y pilastras laterales, cubierto a cuatro aguas, más elevado que la nave; sacristía lateral y gruesa espadaña de piedra a los pies con escalera exterior al campanario que cobija dos campanas fundidas en Salamanca en 1974 y un campanil de 1867. «Todo ello de composición armoniosa, volumetría perfecta, emocionante».
En su interior descansan varios retablos, objetos de culto y un sagrario de planta circular. En uno de ellos hay un medallón donde dice que se doró en 1666, por lo que es de suponer que la iglesia ya estaba construida antes. La armadura del techo del presbiterio tiene forma de artesa con pares, limas y cuadrales en ochava sobre zapatas decoradas y almizate central con lazos sencillos, todo ello de tradición mudéjar.
La iglesia de Santa Cristina ya sólo abre sus puertas dos veces al año y una tuvo lugar precisamente ayer con motivo de la festividad de Santiago. Fueron muchos antiguos habitantes del pueblo los que se dieron cita para celebrar una misa y pasar una jornada festiva junto a sus raíces. Todos coinciden en que preservar el templo ha de ser una prioridad.
Mucho patrimonio, pocos recursos. ¿Existe pues alguna esperanza? Aún cuando la Junta y el Obispado aprueben alguna subvención, las normas dicen que los vecinos han de aportar el 50% de los costes de reparación ?pero sólo hay dos?. ¿Valdría la pena que se uniera todo el Ayuntamiento? Demasiado patrimonio para pocos recursos. «Como el torreón de Zotes lo irán viendo las generaciones venideras desvanecerse por la erosión. Esta y otras iglesias son ejemplos vivos de nuestra historia. Por estas tierras se refugiaron cristianos visigodos que convivieron con moriscos tras la invasión musulmana colonizando y cultivando la tierra; avanzada la Reconquista hacia el Duero y cristianizada la comarca, aquí se quedaron moriscos que vivieron en paz con los cristianos y conservaron sus tradiciones hasta el siglo XVI; otros, los mudéjares que conservaron su religión, abandonaron estas tierras expulsados a principios del siglo XVII. Fueron grandes carpinteros y maestros constructores, manejaban la decoración de formas geométricas que plasmaron en las armaduras y techos de las naves y presbiterios de las iglesias, conocieron el ladrillo de tejar, manejaron con gran maestría la decoración en yesos y azulejos. Todo ello, aportado a la tradicional arquitectura cristiano-visigótica da como resultado estas iglesias rurales tan ejemplares, como las de Grisuela, La Antigua, Grajal y otras. También trabajaron con maestría la agricultura y construyeron la primera canalización de agua por el Páramo».
La construcción de estas iglesias da testimonio de la religiosidad de los pueblos, del esfuerzo de las gentes, de su forma de vida ?¿trabajaban por hacendera o pagaba el Obispado?? de la presencia de verdaderos maestros de obras y grandes carpinteros ?¿quien proyectaba y dirigía estas obras tan bien proporcionadas y construidas??. Museos reales, de los que no se puede olvidar su realidad arquitectónica, cultural e histórica, «que es la nuestra», finaliza el arquitecto.