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León

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El invento del maligno javier martín domínguez

Aprieta el calor, y es tiempo de tirar la ropa. Contagiados del ambiente playero, hasta los políticos desfilan por los telediarios haciendo su particular streaptease. En la misma fecha, Sebastián hace apología del atuendo energético sin corbata y Camps se deshace de sus famosos trajes, quedándose desnudo de poder. El acto mas publicitado de la temporada provocó una aleccionadora anécdota mediática. La prohibición de retransmitirlo en directo fue burlada por un equipo digital del diario Las Provincias. Al percatarse los censores de la filtración, la solucionaron colocando a un propio delante de la cámara. En lugar de ofrecer la cara del presidente dimitido, la pantalla se llenó con un primer plano de la espalda del figurante que revelaba las costuras del traje que vestía. Imposible esconder los trapos sucios. Cualquier acto de censura revierte en una amplificación del mensaje que se quiere evitar.

La avidez de los políticos por ocupar la pantalla implica que se analice su imagen al detalle, y que tanto para el publico como para ellos las cáscara termine pareciendo mas importante que el huevo. Cierto es que nuestro atuendo es parte del lenguaje cultural que desarrollamos los humanos.

Monos vestidos, parafraseando a Desmond Morris, a los que la avaricia por la seda termina en ocasiones por hacerles olvidar que es lo sustancial: ser modelo, en lugar de esconderse dentro de él. Hay estamentos marcados por el uniforme, desde militares a jueces.

Hay ropajes que hacen a los monjes, religiosos o seglares, como los maillots amarillo, verde o de lunares que hemos visto cambiar de cuerpo en el Tour, para marcar la posición de cada corredor en la carrera. Pero volviendo al verano y su cultura al cuerpo, lo mejor será practicar el desnudo, y mostrarnos tal y como somos. De lo contrario siempre encontraremos un roto o un descosido en el traje hacia donde enfocar la cámara. Hasta el modelo de bañador te puede marcar para siempre, como aquel de Fraga en Palomares que debería tener su hueco en el Museo del Traje o en la Academia de Historia.