Diario de León

EL INVENTO DEL MALIGNO

Avaricia

Publicado por
José Javier Esparza
León

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Imagine usted que, hace quince años, se le acerca un adivino y le vaticina lo siguiente: «Llegará un día en que estará prohibido dar por la radio los partidos de la Liga española de fútbol».

Usted, seguramente, habría respondido con una carcajada a semejante vaticinio, por desquiciado e inverosímil. Pues bien, la cosa ya está aquí y, de hecho, ha sido la noticia televisiva más fuerte del verano, muy por encima de los fichajes de unos y los excesos de otros. Como usted sabrá, el amo de La Sexta-Mediapro, Jaume Roures, está dispuesto a hacer sentir su ancho poder sobre todo cuanto se mueva en el universo de la tele, y ya ha advertido a las cadenas de radio que el fútbol es tan poderoso, tan poderoso, que puede incluso sobrevivir sin la ceremonia tradicional del transistor.

Supongo yo que cuando Roures habla de lo poderoso que es el fútbol, en realidad se refiere a lo poderoso que es él mismo. Y debe de serlo mucho, sí, porque las radios, que en otro tipo de asuntos suelen largar artillería sin reparar en gastos, en este caso se han mostrado más bien morigeradas y prudentes. ¿Qué quiere Roures? Dinero, claro. ¿Para qué? «Para enjugar sus cuantiosas deudas», pensará usted. Pero esto funciona de otro modo: la gente como Roures no quiere dinero para pagar deudas, sino para seguir endeudándose, que es lo que de verdad hace que se te abran todas las puertas. Usted tampoco ignora que a este caballero le quedan pocos meses para dar algún buen golpe, porque sus poderes se reducirán drásticamente cuando Zapatero deje la Moncloa. Bien: todo esto es lo que pasa por ahí arriba. Y ahora miremos hacia lo que pasa por aquí abajo, o sea, por donde andamos usted y yo y todos los que desde tiempos inmemoriales -literalmente- guardamos la sana costumbre de seguir el fútbol por la radio en esas largas y densas tardes de domingo. El domingo radiofutbolero no es una costumbre; es una tradición, o sea, algo mucho más serio. Quitarnos eso sería mutilarnos un pedazo del alma. En comparación con semejante osadía, lo de Esquilache y los capotes quedaría en nada. ¿Osarán?

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