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León

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El invento del maligno josé javier esparza

Usted sabrá que Telecinco, antes de meterse en corrales, ha emitido una tivimuvi — horrísono anglicismo— sobre Carmen Cervera, baronesa Thyssen. La serie, llamada La baronesa, ha tenido un cierto éxito de público, sobre todo en su desenlace, y centra su historia en los avatares sentimentales de la protagonista.

La historia me ha parecido un tanto primaria, pero, en todo caso, lo que más me ha llamado la atención en ella no es su perfil televisivo, sino otro tipo de consideraciones que quizá sea interesante comentar.

En su ya no corta vida un servidor ha hecho casi de todo, y una de las cosas que uno ha hecho es ejercer durante un par de años como secretario del consejo del Museo Thyssen, lo cual me ha permitido trabajar durante un tiempo cerca de esta mujer.

Pongo esto por delante —nobleza obliga— para que usted sepa que yo no puedo ser neutral al juzgar la serie La baronesa, pero, además, para fundamentar la opinión siguiente: yo no termino de reconocer a Carmen Cervera en el personaje que nos vende esta miniserie que ha emitido Telecinco.

Carmen Cervera es una mujer con muchos defectos, casi tantos como Paolo Vasile, pero también con muchas virtudes —casi tantas como Palo Vasile—, porque es una señora que trabaja mucho, que se toma muy en serio su papel en la vida (centrado especialmente en sus cuadros), que generalmente mira más allá de su interés inmediato y que además se mueve con inteligencia y lucidez.

Esa es, al menos, la señora que yo he conocido durante largas sesiones de trabajo.

Es posible que me equivoque y que, después de todo, Carmen Cervera sea esa especie de arpía astuta guiada esencialmente por sus pasiones que nos pinta la serie de Telecinco, pero, entonces, ¿por qué yo no he visto nunca a esa mujer, sino a otra distinta?

¿Y por qué Telecinco, al contar su historia, prácticamente ha omitido el perfil profesional de Tita, que al fin y al cabo es lo que esta señora dejará detrás de sí?

Sin duda es posible mirar la realidad desde muchos puntos de vista, pero los hay que solo saben mirar hacia un solo lado, y ese lado siempre el más turbio. No es sano.

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