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La poesía de Seve Trapiello

El pintor leonés expone en la galería Bernesga una apasionante colección de óleos.

Seve Trapiello posa delante de algunas de las obras que expone en la galería leonesa Bernesga.

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marcelino cuevas | león
León

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A Seve García Trapiello no le gusta separarse del río, nació en Manzaneda del Torio y eso marca. En la exposición que presenta en la galería de arte Bernesga, Trapiello muestra una espléndida colección de paisajes, de visiones rurales en las que ineludiblemente el espectador se encuentra con la corriente límpida de la cabecera de alguno de los ríos leoneses, sobre todo el Torío y el Curueño. Son cuadros llenos de romanticismo que de alguna manera recuerdan las pinturas de finales del siglo XIX y principios del veinte. El artista contempla el paisaje con los ojos del alma, buscando la vibración mágica del claroscuro. Lienzos de los que surge el rumor incesante del agua, el canto de aves escondidas… y todos esos ruidos que solamente quien los conoce desde la niñez es capaz de discernir e interpretar. Y todo eso lo dice con la única ayuda de sus pinceles y su sensibilidad.

Pero también hay paisajes en los que es protagonista el silencio. Atardeceres que caen pausadamente sobre colinas nevadas, con los árboles surgiendo del manto blanco como seres fantásticos, desnudos y silentes. Y aquí Trapiello busca los reflejos azules de la nieve en las sombras de las rocas heladas.

Pero hay más capítulos en su exposición. Hay interpretaciones deliciosamente subjetivas de los rincones más característicos de la capital leonesa. Trapiello reinterpreta la arquitectura ciudadana mirándola desde ángulos originales y con una mirada sorprendentemente audaz. Desde la Catedral a la populosa plaza de Guzmán el Bueno, el artista recorre la geografía ciudadana para conseguir unas visiones diferentes de unos temas cien veces repetidos.

Y, finalmente, los poemas. Porque pequeños poemas son sus exquisitos bodegones. Aquí sí que el pintor tiene a flor de piel toda su sensibilidad. Aquí pone de manifiesto el transcurrir de su existencia lejos de mundanal ruido, en su retiro de Navafría. Trapiello escoge amorosamente cada mañana una flor de su pequeño jardín, la lleva al estudio y la invita a establecer un diálogo entre ella y los objetos cotidianos de su escritorio: los lápices, pequeñas cajas, vasos de cristal, tinteros… Objetos que hablan del transcurrir del tiempo y que acaban por convertirse en sonoros versos que acompañan el verso enorme de la flor aún fresca. Así, en cada lienzo, el pintor crea un pequeño poema, y al día siguiente uno nuevo. Trapiello es avaro en elementos y generoso en la potencia pictórica de sus obras.

La cita con la pintura de Seve García Trapiello se repite una y otra vez, pero en cada aparición, en cada llegada desde las altas tierras de La Sobarriba, el pintor trae bajo el brazo una colección de sus obras que demuestra que está en continua evolución, que no piérdelas raíces, pero que cada día avanza un paso más en su estilo pictórico y que en cada ocasión es capaz de sorprender y emocionar.

Lugar: galería Bernesga. Roa de la Vega, 8.

Horario: de 12.00 a 13.30 y de 18.00 a 21.00; sábados, de 12.00 a 14.00 y de 19.00 a 21.00.

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