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Entrevista

«No me apunto a apedrear a la Sgae»

Es políticamente correcto, quizá porque Tricicle nunca bromea sobre política. El próximo fin de semana (sábado y domingo) ofrecerán en el Auditorio Ciudad de León tres funciones de ‘Garrick’, título con el que rinden homenaje a un actor inglés del siglo XVIII tan dotado para la comedia que los médicos lo recetaban contra las penas del alma. Carles Sans afirma que España no es un país de risa, sino tragicómico. Y no se apunta a apedrear a la Sgae...

Carles Sans, componente del grupo Tricicle, que el próximo fin de semana desembarca en León con ‘Garrick’.

León

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—¿Por qué sus espectáculos siempre acaban en ‘ic’, como Terrific, Slastic, Garrick...?

—Fue por casualidad. Empezamos con Manicomic y luego Slastic y, como funcionaron bien, lo tomamos casi como imposición. Garrick era un dramaturgo del siglo XVIII, del que nos iba bien su leyenda, porque los médicos lo recomendaban como terapia a los enfermos de depresión. Garrick representa a ese actor terapeuta del que nosotros queremos formar parte después de 31 años de hacer reir por los escenarios.

—¿Cuántos gags por minuto tiene ‘Garrick’?

—Cada diez segundos el público se ríe.

—¿Y usted de qué se ríe?

—Me hacen gracia las mismas cosas que a todo el mundo. Lo que ocurre es que, como te dedicas profesionalmente al humor, tienes un criterio más exigente. Nuestros espectáculos reflejan lo que a nosotros nos gustaría ver como espectadores.

—Lo suyo es humor sin palabras, ¿en la vida real son tan callados?

—Lo hablamos todo antes, en los ensayos. Realmente, es muy difícil hacer teatro sin texto.

—Después de 31 años juntos, ¿se entienden sin hablar?

—Sí, es cierto, hay mucha complicidad entre nosotros. Con una mirada nos entendemos.

—¿Quién es el más gracioso de los tres?

—Depende. Creo que los tres somos graciosos en el escenario. Cada uno tiene su estilo. Al mismo tiempo, la suma de los tres estilos hace que el resultado sea muy bueno.

—Cómico, clown, mimo, humorista, ¿cómo se define?

—Me gusta actor de comedia; también, payaso y actor gestual o, simplemente, actor.

—¿Le hacen la competencia a los psiquiatras?

—Un poquito. Hay mucha gente que a la salida del espectáculo confiesa que en esa hora y media se ha olvidado de sus problemas.

—¿La clave de su largo matrimonio es que son un trío?

—La clave no es sólo que seamos tres. Nos hemos apropiado de un género muy personal que funciona muy bien. El público sabe lo que puede esperar de nosotros: un lenguaje distinto, con mucho ritmo, con sorpresas constantes y un humor para todo el mundo. Hacemos un humor inteligente, sin zafiedad.

—¿No han tenido crisis como todo buen matrimonio?

—Somos un matrimonio a tres y, quizá por eso, funciona mejor que los convencionales. Cuando hay un dilema, el dos contra uno salva muchos obstáculos. A lo largo de estos 31 años sí ha habido alguna crisis, pero poco seria.

—¿Su humor no tiene fecha de caducidad?

—Por el momento, no. El público nos es fiel, llena los teatros y espera nuestras producciones con muchas ganas.

—¿Para ustedes no hay crisis?

—En épocas de crisis el público necesita disfrutar y nosotros hacemos entretenimiento. La gente no tendrá dinero para ir a esquiar o para cambiar de coche, pero si puede pagar para pasar un buen rato, lo hace.

—¿España es un país de risa?

—Es una país de tragicomedia.

—La tragicomedia sí que es dificil, hacer reír y llorar...

—Sí, es muy difícil. Ahora hemos dirigido un espectáculo que está haciendo temporada en Barcelona, el musical Forever Young, en que el público se despiporra y, de pronto, hay momentos duros. Con esos altibajos yo creo que la gente disfruta.

—¿Es más difícil hacer reír al público de León que al del Sur?

—Eso es un tópico. A veces los andaluces se sienten tan divertidos que les cuesta aceptar otros modelos de humor. El público de Sevilla sí que es complicado y hay que ganárselo. Ahora estamos en Galicia y el público, desde el minuto uno, se está descojonando de risa.

—¿Quién le hace más gracia Rubalcaba o Rajoy?

—Los políticos no me hacen mucha gracia. Tampoco ellos pretenden hacerla. Tienen una responsabilidad muy grande. Están en el objetivo de todos, porque hay un descontento muy grande.

—A tres culés como ustedes, ¿no les hace gracia Mourinho?

—Ha habido momentos en que me hace gracia. Me parece un personaje interesante desde el punto de vista más teatral. Representa al villano, mientras que Guardiola es el bueno. Esa contraposición entre uno y otro me divierte. Al final, Mourinho pasará; son las instituciones las que quedan. Mourinho me hace gracia como personaje, pero no lo acepto como persona.

—¿El lío de la Sgae es para reír o llorar?

—No es para reír, porque este país es muy dado a colgar de una viga al sospechoso sin darle oportunidad de que se defienda. La gente le tenía ganas a la Sgae desde hace mucho. No diré que no sea porque en algunas cosas no han comunicado bien su discurso y se ha malinterpretado. Hay que ver si los administradores son malversadores o no; está por demostrar. Hasta entonces, no hay por qué crucificar a nadie. Como miembros de la Sgae, creemos que debe existir y defender los derechos de los asociados, siempre y cuando se haga de forma legal y correcta. No me apunto a apedrear a la Sgae como si fuera una institución satánica.

—¿Tienen imitadores o son inimitables?

—Sí hay alguno, pero no muchos. El teatro gestual no es fácil y nuestra sombra es muy alargada; la gente, por desgracia, compara. Hay gente que hace teatro gestual, como Yllana, Spasmo o Borrás.

—Hay temas sobre los que nunca bromearían?

—Se puede hacer broma con todo, pero es cierto que hay temas con los que nosotros no bromearíamos; por ejemplo, con un cáncer o con la gravedad de alguien. Sí hacemos bromas con la muerte. Con la muerte bromeamos todos. Por eso existe el humor negro.

—¿Es más difícil el humor negro o el absurdo?

—Hay que saber ser oportuno a la hora de bromear sobre ciertos asuntos. Si alguien después del 11-M hubiera bromeado sobre explosiones, no habría gustado a nadie. Todo depende del momento y del lugar.

—¿Necesita reírse a diario?

—Uno no es consciente de necesitarlo, pero se agradecen unas buenas carcajadas. El ser humano se ríe poco, unas cuatro o cinco veces al día. Una cosa es sonreír y otra reírse a gusto, que es más difícil.

—¿Prefiere a la Pantera Rosa o a Harpo Marx, que nunca hablaron?

—Prefiero a la Pantera Rosa, me gusta más.

—¿Funcionan igual sus espectáculos fuera de España?

—Sí, especialmente en Francia. Allí tenemos mucho público desde hace muchos años.

—¿Por qué nunca bromean con la política?

—Cada uno individualmente tiene sus ideas y no hay por qué canalizarlas a través de la compañía. No tenemos necesidad y nadie nos lo pide. Si te pones en contra de no se quién, estás esquilmando una parte de tu público. Consideramos que la cultura es algo para todos.

—¿Es difícil hacer reír cuando se tiene un mal día?

—No es fácil, pero hay que hacerlo, es la ley del circo, que decía un profesor mío-. Así que aunque tengas un mal día, en escena hay que dar lo mejor.

—¿Desmoraliza ver a algún espectador que no se ríe?

—Sí. Si alguna en un auditorio de mil personas tienes la mala suerte de tener un señor en las primeras filas que no se ríe, no mueve un músculo o incluso da cabezadas, para mí desaparecen los 999 espectadores restantes y todo se centra en aquel personaje, porque te amarga la función.