EL INVENTO DEL MALIGNO
112
TVE-1 ESTRENABA la otra noche un docu-sh ow (o docu-soap , o docu-gaitas o como lo quiera usted llamar) titulado 112, héroes en la calle y que consiste en ofrecer al espectador el trabajo de los servicios de urgencia tal cual es, es decir, filmando en directo sus intervenciones. Uno se sienta ante la pantalla y asiste a una acelerada sucesión de dramas: un chaval que se ha lesionado el cuello en un accidente de moto, un inmueble que arde, una patrulla que detiene a un conductor beodo, un ratero interceptado por la policía, etc. Lo más interesante del espectáculo -porque es un espectáculo- es que sus protagonistas no son propiamente los sucesos, sino las personas que les hacen frente: oímos hablar a los bomberos entre sí, escuchamos cómo los sanitarios tratan de tranquilizar a un paciente, vemos cómo un coche patrulla sale zumbando tras el malo¿ Realmente, nadie podrá decir que 112, héroes en la calle es un programa aburrido. Pues bien: pese a su interés, el estreno se quedó en una paupérrima cuota de pantalla del 11,1%, que para el prime time del primer canal público del país es una catástrofe. ¿Por qué? Esto es realmente notable. Las series de más éxito en nuestra pantalla - CSI , Hospital central , etc.- están llenas de cadáveres, policías, servicios de urgencia, quirófanos, escenas de acción trepidante, accidentes, persecuciones, incendios, qué sé yo: todas cuantas catástrofes pueda uno imaginar. Por su parte, los informativos, para ganar audiencia, hace tiempo que decidieron llenar sus minutos con mucho deporte y, además, muchos sucesos, de manera que también aquí, en los noticieros televisados, no pasa un día sin que tengamos una buena ración de calamidades que llevarnos a la boca. Así las cosas, ¿cómo se explica que un programa concebido expresamente como transformación de la urgencia en espectáculo obtenga tan malos resultados? Se me ocurren dos causas posibles. La primera sería que a la gente le gustan las tragedias de ficción, pero no las de verdad; ahora bien, esto no es cierto, y basta ver cómo los automovilistas, cuando avizoramos algún accidente, reducimos la marcha para mirar bien qué ha pasado. La otra explicación podría ser esta: a la gente le gustan los sucesos, pero contados desde el punto de vista de la sangre y los higadillos, no desde la perspectiva de quien trabaja para arreglar las cosas; este segundo argumento no me parece inverosímil, pero deja a la altura del betún la cualidad ética del espectador. El crítico más incisivo podría argüir aun otro género de razonamiento: TVE ha propuesto al espectador una trampa, un espectáculo de tragedias disfrazado de homenaje al héroe, pero el público no se ha dejado liar. Ahora bien, esto implica un juicio de intenciones -sobre TVE- que quizá sea injusto. En fin¿ las cosas de la tele.