Diario de León

El invento del maligno

Santa Rita

Publicado por
José Javier Esparza
León

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Lo dice el viejo adagio infantil: «Santa Rita Rita, lo que se da no se quita». Y eso es lo que deben de estar pensando en Telecinco y en Antena 3 ante el inminente retorno de la publicidad a TVE. Después de las últimas absorciones, Telecinco y Antena 3 estaban controlando casi el 90% del mercado publicitario. Pero he aquí que ahora, dado el evidente deterioro de las cuentas del Estado, a RTVE no le queda otra que volver a financiarse con anuncios, lo cual va a agitar de nuevo el mapa audiovisual con impredecibles consecuencias. Recordemos: el Gobierno Zapatero decidió reformar el estatuto de la Corporación y prescindir de la publicidad. Una televisión pública sin anuncios —nos dijeron— sería más libre. Además, la medida daría satisfacción a las exigencias que Bruselas nos requería. Y sobre todo: las grandes privadas saltaron de gozo al ver el regalo —en absoluto inocente— que Zapatero les hacía.

Ahora bien, en materia de negocios la generosidad es un lujo de ricos. La reforma de TVE para liberarla de las servidumbres publicitarias era una buena idea, pero tenía un inconveniente: ¿quién cubre el agujero, o sea, quién pone el dinero que deja de entrar? El bolsillo ciudadano, como siempre. Y he aquí que el bolsillo ciudadano, que podría tal vez sufragar un canal público de dimensión mediana y alguna cadena de radio, en modo alguno puede sostener siete canales de televisión estatal -que todo eso es TVE-, cinco de radio y, además, el despiporre de la radiotelevsión autonómica.

Eso ya lo pudo leer usted aquí y era de sentido común. Ahora la pregunta es otra: ¿qué sentido tiene seguir destinando fondos públicos a una actividad —la de la tele— que ya hacen por sí mismos los agentes privados?

Vale que la publicidad retorne a RTVE para enjugar el déficit, pero eso debería venir acompañado de medidas drásticas de adelgazamiento en el desmesurado corpachón de la radiotelevisión pública (tanto estatal como autonómica), porque, si no, volveremos al punto de partida.

En realidad estamos ante el cuento de nunca acabar.

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