Diario de León

El leonés que tocó para Isabel II

Con Camarón, Paco de Lucía, Sara Montiel, Ella Fitzgerald... Pepín Salazar hizo sonar su guitarra junto a los más grandes y ahora, a los 70 años, publica nuevo disco.

Pepín Salazar, junto al gran percusionista Tino di Geraldo, en la presentación de su nuevo disco ‘De Norte a Sur’.

Pepín Salazar, junto al gran percusionista Tino di Geraldo, en la presentación de su nuevo disco ‘De Norte a Sur’.

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emilio gancedo | león
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Un grande siempre al lado de los grandes. Aunque su nombre no resuene con tanta pompa como el de aquellos al lado de los cuales tocó durante décadas, Pepín Salazar y el sonido de su guitarra formaron parte del olimpo particular del flamenco gracias a innumerables conciertos y giras que le llevaron no sólo por Europa y América del Norte y del Sur sino incluso hasta el País del Sol Naciente. Y todo ello junto a leyendas como Camarón de la Isla, Paco de Lucía, Pilar López, Carmen Linares, Sara Montiel, Ella Fitzgerald... la lista de sus compañeros de viaje es sorprendente e interminable.

Aunque muchos lo tengan por asturiano, Salazar nació en pleno barrio de Santa Marina en 1941, en el seno de una familia siempre proclive al cante y a la música (uno de sus sobrinos es Gonzalo Valladares, gran guitarrista leonés). «Mi madre cantaba y tocaba, todo ese arte venía del abuelo; yo no me recuerdo sin la guitarra en las manos», confiesa. El instrumento «me tiene cautivo desde siempre», asegura, y recuerda una foto en la que aparece «¡con una guitarra más grande que yo!».

Autodidacta total, sonriente, afable, tan lleno de energía e inquietud como un chiquillo, se revela inexorable cuando mantiene que el flamenco «no puede leerse en ningún sitio», «¡hay que vivirlo, de corazón a corazón!». Con 11 añines marchó a Oviedo, ciudad a la que se trasladó toda la familia, y allí comenzó a asombrar a los vecinos con su innato talento para las seis cuerdas. «Tenía un oído prodigioso, sacaba a la guitarra hasta el sonido de una mosca», ríe. Escuchaba cuanto disco («aquellos de pizarra») caía en sus manos y «cuando unos señores me oyeron tocar» debutó en Radio Oviedo y empezó a impartir clases ¡con solo 14 años!

La vida cambió para Pepín cuando dos de aquellas oyentes, muy amigas de Pilar López, le hablaron de él a aquella bailaora, que encabezaba el por entonces muy prestigioso Gran Ballet Español. «¡Que venga para acá»!, dijo la artista al conocer la existencia de esta ‘joya en bruto’. Así que frente a él se abría la posibilidad de viajar a Roma con la compañía, pero justo entonces fue llamado al servicio militar, del que sólo se libró gracias a un amigo médico —en aquello medió hasta el alcalde de Oviedo—. Eso sí, no fue nada fácil; un sargento le dijo: «Venga, que ya es hora de que hasta los gitanos hagan la ‘mili’».

No sólo el Teatro de la Ópera de Roma lo recibió junto a toda la troupe : en tres meses recorrieron Italia entera junto a tenores de primera como Giuseppe di Stefano y Mario del Monaco. A la vuelta contactó con agentes de Madrid, comenzando una carrera que siempre corrió al lado de nombres que se escriben en mayúsculas en la historia del flamenco: Carmen Linares, José Menese, Antonio Gades, Rafael de Córdoba, Manolo Caracol, Sabicas, Paco de Lucía (con quien compartió no pocas andanzas nocturnas), El Lebrijano, El Güito, Rafael de Córdoba, Camarón («no sabía leer ni escribir y firmaba con un molde, qué bendito de Dios»), una época «maravillosa» de su vida que abandonó cuando hace 35 años sintió una llamada muy diferente, «la mano del Cielo» y pasó a dedicarse en cuerpo y alma a la Iglesia Evangélica —regresó a los barrios y las ferias— donde sigue echando una mano. Pero no dejó la guitarra del todo y ahora la ha vuelto a coger con fuerza para sacar un disco, junto al gran Tino di Geraldo, en el que se reencuentra, de nuevo, «con aquellas viejas glorias...».

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