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Publicado por
Javier Martín Domínguez
León

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La televisión es un ser vivo que va adaptándose al medio experimentando metamorfosis continuas en base a la evolución de la sociedad. Primero nos enseño el mundo en blanco y negro, luego se vistió de 365 rayas de colores, se hizo oír en estéreo, se transmutó en digital y hasta tiene visión 3-D. ¿Qué le falta a la tele?. Para estos pasados Reyes, en los que las ventas de aparatos ya no han estado al nivel de la novedad digital, su último recurso metafórico era la venta de televisión perfumada. He llegado a contemplar un bloque completo de anuncios protagonizado única y exclusivamente por perfumes. Es sin duda uno de los grandes retos publictarios: cómo conseguir que unas imágenes evoquen un aroma determinado. Como convencer al comprador a decidirse por esta o aquella fragancia.

No prima habitualmente la naturaleza, plantas o flores, para sugerir el perfume. Son momentos recreados de alegría, pasión, deseo, arrebato, los que en una película corta dan vida a una esencia para hacer pensar en un perfume embriagador y convertirla en el regalo soñado. Con una programación que se llega a tachar de basura, esta exaltación del medio gracias a bellas imágenes evocadoras de un perfume parece que le redime, aunque solo sea por un instante o por una temporada, la de compras navideñas.

Están las teles en el punto de mira, por el duopolio o por la crisis que se adivina en la publica por falta de recursos. Y al mismo tiempo tenemos por delante un largo y critico invierno donde los niveles de consumo televisivo crecerán inevitablemente ante la falta de dinero en el bolsillo para lanzarse al consumo callejero. Van a tener que ponerle los políticos y ejecutivos de televisión tanta imaginación como los creativos publicitarios para hacer algo interesante del medio. Por ejemplo, programación de héroes y villanos como la de la noche post-reyes en la Dos. Los documetales sobre el arquitecto del nazismo, Albert Speer, y el caso del director Elia Kazan, el comunista reconvertido en chivato del macartismo, fueron un gran regalo. Esa clase de tele sí que huele bien.