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MÚSICA CLÁSICA

Sinfónica antes de vacaciones

Lugar: Auditorio Ciudad de León. Día y hora: mañana, a las 21.00. Entradas: 16 euros.

Imagen de archivo de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León durante uno de sus conciertos en el Auditorio.

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León

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verónica viñas | león

El Auditorio echa la trapa. Tan tradicional como la Semana Santa es el cierre del Auditorio Ciudad de León en estas fechas. Un año más la capital leonesa se queda sin programación de teatro y música en una de las épocas en las que más turistas visitan la ciudad. Mañana la Sinfónica de Castilla y León da el último concierto. El Auditorio no volverá a alzar el telón hasta el 10 de abril, cuando se retomará la programación con el ciclo Diálogos Barrocos Norte-Sur, organizado por el Inaem, con la presencia de la Orquesta Barroca de Sevilla. Precisamente, esta orquesta tenía previsto actuar ayer, día de la huelga general, por lo que aplazó el concierto hasta abril. La Sinfónica de Castilla y León, a las órdenes de Lionel Bringuier, interpretará mañana El Albaicín, de Isaac Albéniz, con orquestación de Enrique Fernández Arbós; Don Quijote, Op. 35, de Richard Strauss; y el Concierto para orquesta, bb123-sz116, de Béla Bartók. El Albaicín , parte integrante de la suite Iberia que Isaac Albéniz concibió originalmente para el piano, es una pieza de gran complejidad. El Albaicín, inspirada en este barrio granadino, es para muchos la ‘perla’ de Iberia , considerada como la más importante obra de la literatura pianística española.

El Don Quijote de Strauss es, básicamente, un juego, una broma musical, en la que la fantasía y lo burlesco están teñidos del sentimentalismo propio del compositor. Este poema sinfónico describe musicalmente distintos episodios de las andanzas de Don Quijote y su fiel escudero Sancho. Marius Díaz y Néstor Pou serán los solistas de esta singular partitura. El Concierto para orquesta, bb123-sz116, de Bartók, es un guiño a los concerti grossi del Barroco, que suelen oponer un instrumento o un grupo de ellos al resto de la orquesta. Se trata de una de sus composiciones más conocidas, aunque no es la partitura más novedosa de Bartók. La obra sorprende por su energía y vitalidad, teniendo en cuenta que el compositor estaba ya muy enfermo y moriría dos años después.

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