Faemino y Cansado enseñan en León que ‘Parecido no es lo mismo’
La conocida pareja cómica recalará en el Auditorio el 25 de junio con su último montaje.
Son la pareja perfecta, quizá porque leen a Kirkegaard. Faemino y Cansado llevan más de 30 años juntos y se lo toman con humor, de lo contrario ya se habrían divorciado. Porque, como dijo su filósofo favorito: «Si te casas lo lamentarás. Si no te casas, también lo lamentarás». El 25 de junio aterrizan en el Auditorio Ciudad de León para explicar que Parecido no es lo mismo. Es su sexto trabajo como humoristas, en el que puede que cuenten parecidas historias pero, en ningún caso, las mismas.
En sus monólogos, difíciles de etiquetar, importa más cómo lo cuentan que lo que cuentan. Todo en ellos es tan incoherente y descabellado como su web.
Delirantes, surrealistas, ingenuos, con un humor tan peculiar como ellos mismos, no hacen imitaciones, no hablan de política, huyen de los chistes y necesitan poca escenografía: dos micrófonos y dos focos de luz. Vestidos con ropa ‘de faena’, pantalones con tirantes y chaquetas brillantes —un estilo nada rebuscado, para cualquier ocasión y al margen de modas— estos dos payasos están empeñados en explicar a la gente dónde está exactamente Australia (como si fuera cuestión de vida o muerte) y que el consumidor reflexione cómo es posible que 50 mililitros de perfume cuesten 60 euros.
A propósito del vestuario, Cansado ha declarado: «Hacemos un personaje si tenemos ropa para hacerlo, si no, no hacemos nada». Prueba de ello es que sólo han sido capaces de montar seis espectáculos en treinta años. Pura indolencia, como la del hombre impuntual, que nunca llegó a aparecer en el escenario. Seguro que se pusieron Faemino y Cansado por absoluta vagancia, dado que sus nombres son más largos: Ángel Javier Pozuelo Gómez (el calvo) y Juan Carlos Arroyo Urbina (el alto).
Discípulos de Kirkegaard
Y esos brindis... ¿hay alguien que brinde mejor que ellos? Todo es igual pero siempre es distinto. Ya lo dice el título del espectáculo. Y hay que darle muchas vueltas (con lo que al final se acaba en el mismo sitio) o ser muy seguidor de Kirkegaard, como Faemino y Cansado, para que sus viejas historias y sus neuróticos personajes, como el gran Mimón, los hermanos siameses, el paciente que tiene prohibido comer cordero o el actor novato, resulten siempre diferentes.
Lo cierto es que a ellos mismos, en muchas ocasiones, les hacen tanta gracia sus absurdos diálogos que acaban tronchándose en el escenario.
Tan inmortales como el hombre que siempre hacía cola o sus ‘dobles’ beodos, Arroyito y Pozuelón o el óptico y el cegato, Faemino y Cansado se tienen prohibido trabajar más de diez días al mes. Faemino y Cansado empezaron su andadura cómica un domingo de los ochenta en el parque del Retiro. Querían ganar unas pelillas (todavía no se había inventado el euro) para llevar a comer a sus amigos a un restaurante chino.
La fama les llegó de la mano del concurso Un, dos, tres, donde calaron en el público con el mítico chiste del águila. Después aparecieron en una serie de dieciséis capítulos llamada El orgullo del tercer mundo, donde ‘dejaron para la historia’ aquella frase: «¡Que va, que va... yo leo a Kirkegaard!». Han creado cientos de personajes a cuál más esperpéntico y cinco espectáculos: Siempre perdiendo, Visto o no visto, Están aquí dentro, Cuanto más viejos más pellejos y Son dos.
En León intentarán probar que Parecido no es lo mismo y que quién quiere una sonrisa del público si puede matarlo a carcajadas. El último montaje de esta extraña pareja es fruto de su demencia surrealista. Alrededor de hora y media de un parloteo —difícil llamarlo obra— desternillante. Un humor que, curiosamente, parece improvisado, sin guión, como si las historias sucedieran en el momento, sin cocina previa...