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toros. FERIA DE SAN ISIDRO

Heterodoxia y clasicismo juntos

Los rejoneadores Andy Cartagena y Sergio Galán salieron a hombros de Las Ventas.

Publicado por
juan miguel núñez | madrid
León

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La mansedumbre de la corrida, de los seis toros sin excepción, restó mucho. De ahí el esfuerzo de los tres rejoneadores para llegar al triunfo, que pudo ser aún mayor si no fallan al matar Galán en el segundo y Leonardo en el tercero. Lo que quiere decir que en la salida a hombros final debió estar también el más joven de la terna. A los toros sólo se les puso un rejón de castigo pues no hubieran aguantado más.

Con Cartagena hubo espectacularidad, el toreo a caballo hecho desde la heterodoxia, y, al tiempo, cargado de mucha sinceridad. Se empleó a fondo con el que abrió plaza, un toro manso y parado, del que hubo de tirar mucho para sacarlo de la querencia en tablas. Siempre certero al clavar, dejando los hierros arriba, con el rejón de muerte amarró el primer trofeo.

El cuarto, que amagó con saltar nada más salir al ruedo, buscó siempre la querencia, y ahí estuvo la destreza de Cartagena para encontrar toro en todos los terrenos. Se dejó ver mucho también en los adornos, destacando sobremanera el vistoso bamboleo montando a Pericalvo , un caballo castaño morcillo que es un espectáculo.

La otra Puerta Grande fue para Galán, que había cumplido una meritoria actuación en su primero, que no colaboró nada. Los cites de frente, dándole todas las ventajas al animal, las reuniones en los medios, lo que se dice el toreo de poder a poder. Pero faltó la rúbrica en la suerte suprema, esfumándose el posible trofeo.

Cambió el panorama en el quinto, con un Galán tan crecido como intuitivo. Rejoneo de mucha categoría que tuvo su cenit en un formidable par a dos manos montando a Apolo . Chapeau para Galán y su cuadra. Cortó las dos orejas.

Leonardo Hernández salió andando de la plaza cumplió también méritos muy notables. Muy decidido y enterado frente al manso tercero. El sexto buscó las tablas y de allí tiró Leonardo con maestría. La mala colocación del rejón de muerte hizo que el presidente aguantara para concederle la primera oreja y al cansarse el público evitó darle la segunda.