Diario de León

toros. FERIA DE SAN ISIDRO

El poso de faena grande lo dejó Hermoso

Diego Ventura durante la faena a su primer toro.

Diego Ventura durante la faena a su primer toro.

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juan miguel núñez | madrid
León

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Duelo en la cumbre, entre los dos nombres más destacados del escalafón, resuelto a favor de Ventura, que salió a hombros, aunque al margen de los números el poso de faena grande lo dejó Hermoso.

El triunfo del navarro tiene el mérito de haberlo conseguido con un toro dificilísimo. Desentendiéndose del caballo en la primera carrera, sin reaccionar al sentirse herido y buscando constantemente la querencia. Ése fue el toro primero de Hermoso.

Soberbio el jinete, con un rejoneo muy técnico y poderoso, que más allá de los alardes tuvo mucha limpieza y ajuste, y gran expresión artística. El hombre y sus caballos -trío de ases, «Chenel», «Ícaro» y «Pirata»- dictaron una lección de arrojo y maestría.

Hermoso y su cuadra aguantaron una barbaridad en cada viaje a la tablas para tirar del astado hacia fuera, desengañándole a base de darle todas las ventajas en carreras cortas y muy templadas. Así acabó dominando la situación, montándose en el manso. Aunque el premio fue sólo de una oreja, quizás por la falta de contundencia con el rejón final, que necesitó de un golpe de descabello; o posiblemente porque la misma faena tuvo como principal reivindicación la ausencia de «ruidos» ajenos a lo que es el verdadero toreo a caballo. Magistral Hermoso por donde se mire. Quien salió a hombros fue Ventura, que brindó un espectáculo de auténtico frenesí. No obstante, estuvo más en los adornos y lo accesorio que en lo fundamental. Si restarle méritos a su actuación, conviene precisar que en el toro del triunfo, el tercero, falló dos de las tres banderillas que intentó.

En las piruetas, eso sí, lo bordó, ajustándose mucho en la cara del toro con el caballo «Ordóñez», y otros «efectos especiales». La plaza lo celebró con inusitado entusiasmo, y la petición del doble trofeo fue unánime.

Cargó también Ventura con un toro manso de remate, el quinto, que le obligó a forzar al máximo para sacar de donde no había. Fue un gran esfuerzo del jinete hispano-luso, que lo vendió también con sinceridad, lejos de la heterodoxia, con detalles de buena monta y alardes de alta escuela. Tanto que si llega a matar bien corta otra oreja.

Y junto a los colosos, no hizo mal papel el joven luso Francisco Palha, que aún con ciertas desigualdades en sus dos toros, lució un estilo vistoso y respetuoso con los cánones del clasicismo. Lo único que le faltó fue más serenidad a la hora de matar.

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