Diario de León

Ricardo Chao. escritor

«Los reyes de León respetaron la identidad de todos sus territorios»

Son dos libros en uno. ‘El encargo del rey’, la obra de Ricardo Chao que hoy se presenta en el Club de Prensa del Diario, tiene dos ‘protagonistas’: por un lado está fray Martino, un monje ficticio a quien el rey Alfonso IX encarga la redacción de una crónica general sobre el Reino de León, y por otro, contada con un lenguaje llano.

Imagen de una de las ilustraciones del libro.

Imagen de una de las ilustraciones del libro.

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e. gancedo | león
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Las andanzas del monje recopilando información por todos los rincones de León sirven, en cada capítulo, como introducción a las vicisitudes atravesadas por el Reino. Una apasionante epopeya histórica, al alcance de todos.

—¿Qué te motivó a emprender un proyecto como éste? ¿Quizá la ausencia casi total de obras divulgativas relacionadas con el Reino de León?

—Pues en realidad fue una iniciativa a tres bandas: mi mujer (Teresa García Montes) y yo queríamos hacer un libro divulgativo sobre el reino de León desde hacía ya un tiempo, y cuando Pedro Moreno, a quien conocíamos, nos dijo que quería convertirse en editor, no nos lo pensamos dos veces y entre los tres empezamos a perfilar la estructura, el argumento... La verdad es que también percibíamos que iba haciendo falta un libro así, que explicara brevemente la historia del reino de León y que pudiera ser accesible para los más jóvenes y también para el gran público.

—¿Por qué decidiste esta curiosa estructura, de ‘dos libros en uno’? ¿Es que la historia, sin ficción, es muy difícil de digerir?

—Como el objetivo inicial era que pudieran leerlo chicos desde los doce años, pensamos que sería más fácil si cada capítulo histórico iba precedido por una especie de preámbulo narrativo en el que se contaran las ‘aventurinas’ de fray Martino, un monje benedictino al que el rey le ha encargado la difícil tarea de realizar una crónica general del reino. Esta parte fue una especie de desafío para mí, porque nunca había escrito nada de ficción, pero pronto le fui cogiendo el gustillo y además aproveché para introducir algunos aspectos de la vida cotidiana que eran más difíciles de meter en el apartado histórico.

—Si acudimos a las librerías de casi cualquier otro territorio de España podremos encontrar muchas y muy variadas obras, técnicas o de divulgación, incluso para niños, sobre su historia y personalidad cultural. ¿Por qué no las hay en León?

—Me gustaría pensar que ocurre por falta de gente formada y entendida, pero me temo que la verdadera razón es el pasotismo casi generalizado que tenemos los leoneses con nuestra historia y cualquier otra cosa relacionada con nuestra cultura. Desde hace décadas hay una carrera de Historia en las universidades de León y Salamanca, con cientos de licenciados en su haber. Vamos, que existe la ‘materia prima’ (licenciados y una historia más que interesante), pero por alguna razón muy poca gente se dedica a la divulgación. Supongo que pasa lo mismo con el leonés: en la Universidad de León ha habido durante décadas una carrera de Filología Hispánica, pero los filólogos leoneses interesados en esta lengua se pueden contar con los dedos de una mano. En definitiva, creo que es un problema de falta de amor propio.

—¿Ves, no obstante, riesgos, en una afirmación a ultranza y sin posibilidad de discusión, sobre lo leonés? ¿También en León cabe el riesgo del extremismo?

—Por supuesto: la defensa de lo leonés hecha sin un mínimo de reflexión puede llegar a convertirse en nacionalismo. Ante posturas radicales, la mayoría de la gente se retrae y existe el riesgo de que se confunda cualquier defensa de la cultura propia con esas posturas nacionalistas o irracionales. Afortunadamente estos extremismos prácticamente no existen en nuestra tierra.

—¿Qué me dices del ilustrador y las creaciones que ha plasmado en este libro? ¿Eran así Ramiro II o Alfonso VI?

—Tenemos la suerte de que Alejandro F. Giraldo sea también amigo nuestro, lo que ha facilitado mucho las cosas en cuanto a las ilustraciones. Es todo un profesional que ya había abordado la temática medieval en otras obras, y eso se nota. Al principio le facilitamos una lista de las ilustraciones, y de vez en cuando yo le mandaba documentación como los dibujos de leones de manuscritos y monedas, las representaciones medievales de los reyes leoneses, etc. Él nos mandaba los bocetos, y nosotros le decíamos si tenía que cambiar algo. La verdad es que estamos muy satisfechos con el resultado final: sus acuarelas son una parte sustancial del libro, y sin duda atraerán a más lectores potenciales. Sobre el parecido de las reyes, tan sólo hay dos monarcas de los que dispongamos de ‘retratos’ realizados en su época (Fernando I y Alfonso IX), así que son los únicos cuyos rasgos son más aproximados a los que tuvieron en la realidad.

—Parafraseando a Vargas Llosa en ‘Conversaciones en la Catedral’, cuando se pregunta ‘¿en qué momento se jodió el Perú?’, pues lo mismo, ¿qué momento marca la decadencia leonesa después de un pasado tan destacado?

—A partir de 1230: la unión con la corona de Castilla supuso que con el tiempo se impusiera una especie de rodillo castellano y castellanista, haciendo que la corona leonesa cayera prácticamente en el olvido. Ahora bien, el rey que marcó esa tendencia fue Alfonso X (‘el Sabio’), más que Fernando III.

—¿Cuáles son, a tu juicio, los tres grandes logros o avances del Reino de León?

—Difícil pregunta. Están, por supuesto, las Cortes de 1188, porque es la primera vez en Europa occidental que tenemos constancia de la participación de representantes del pueblo llano. Por otra parte destacaría la tolerancia que demostraron los reyes leoneses, tanto en el gobierno de sus territorios, respetando su identidad, como de sus súbditos, facilitando la convivencia con musulmanes y judíos, aunque también hubo roces. Y otro logro sería el haber conseguido mantener vivos hasta hoy muchos rasgos de su personalidad (concejos, pendones, derecho consuetudinario), que en algunos casos también existieron en regiones vecinas, pero que por las razones que sea allí no se han sabido conservar.

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