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La artista Graciela García expone en la galería Ármaga

La hija de Luis García Zurdo presenta una exposición de acuarelas.

Graciela García Robles ante una de sus obras colgadas en Ármaga.

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marcelino cuevas | león
León

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Cuando un artista pone a una de sus exposiciones el nombre genérico de un accidente geográfico, no hay que entenderlo literalmente. Un valle es, sin duda, un paisaje en el que, en este caso la pintora, concentra su mirada. Pero también es un espacio abierto donde vibran los sentimientos, donde nacen y crecen las emociones.

La joven pintora Graciela García Robles, interpreta con su original visión del mundo que la rodea, un valle imaginario donde todo cabe, desde la luz cambiante de una jornada interminable, hasta los brotes milagrosos de una planta o el estallido de color de unas flores en toda su magnificencia.

Lo lógico al hablar de Graciela, así la gusta que le llamen, simplemente Graciela, sería relacionarla con su padre, uno de los más ilustres artistas de esta tierra. Pero ella prefiere hacer su camino sin compañía, en solitario, sin apoyos que la aten a unos supuestos en los que no quiere entrar. Por otro lado, el autor de sus días contempla el mundo de una manera muy peculiar y no tampoco quiere en ningún caso que su nombre ayude o entorpezca la emergente carrera de su hija.

Así que fijémonos en las acuarelas de esta joven pintora. Graciela tiene una sensibilidad especial para la belleza, y le gusta reflejarla en las pequeñas cosas, en esos detalles que la naturaleza nos regala con generosa esplendidez cada día y que en muchas ocasiones no sabemos ver. Graciela pinta sus acuarelas con extrema sencillez, casi diríamos con timidez, sin intentar competir con el original. «Me gusta —dice— pintar del natural, me paso muchas horas ante la naturaleza e intento pintarla con una técnica que me permite reflejar el instante, una pintura que obligatoriamente tiene que ser rápida y precisa. En la acuarela se unen la rapidez instantánea de la fotografía y la reflexión, también rápida, de la pintura».

Es una promesa, una interesante pintora emergente que, por ahora, no tiene sus miras fijadas en el polícromo edificio del Musac.

Prefiere empezar por los verdaderos comienzos, haciendo pintura con mayúsculas y sin dejarse llevar por las aventuras emergentes tan de moda en estos tiempos. Si sigue por esta senda pronto nos encontraremos con una artista importante. Su formación, sus cualidades y su ascendencia, así lo manifiestan.