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«La gran España está naciendo ahora»

Ian Gibson se aventura en la novela con ‘La berlina de Prim’, donde aborda el oscuro atentado del general .

El hispanista y biógrafo Ian Gibson prueba ahora con el género novelesco.

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rosario gonzález | madrid
León

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La primera novela de Ian Gibson (Dublín, 1939) es un capricho en toda regla. El hispanista y reputado biógrafo de Federico García Lorca, Salvador Dalí y Antonio Machado ha cambiado el rumbo de sus textos habituales para aventurarse en los vericuetos de la imaginación, tarea agradable tras décadas de concienzudas búsquedas de datos y notas al pie de página con las que podía demorarse meses. «Ha sido un gran alivio, porque me ha permitido inventar, aunque es un libro que tiene mucha investigación. Me ha abierto ventanas a otras posibilidades, en un experimento entre documentación en inventiva. Lo siguiente que me apetece es escribir en inglés», explica el estudioso irlandés.

El resultado ha sido La berlina de Prim (Planeta), una novela en la que acerca al lector a uno de los acontecimientos claves de la historia de España, el atentado que terminó con la vida del general Juan Prim i Prats, presidente del Poder Ejecutivo de España, el 27 de diciembre de 1870. Una muerte que influyó decisivamente en el cambio de rumbo de la historia de España y que casi 142 años después sigue sin estar esclarecida. El primer escollo lo encontró a la hora de recopilar la documentación necesaria para construir la novela. «El sumario está en un estado desastroso. Los 80 tomos en los juzgados de Plaza de Castilla están destrozados tras permanecer abandonados en un sótano húmedo», explica. La solución la halló en el Tribunal Supremo, donde se conserva —en similar estado de conservación— el «apuntamiento», un resumen del sumario que le ha permitido rellenar algunas lagunas.

El descubrimiento pasmó al irlandés, que no se explica la dejadez que rodea el caso. Por un lado, alude a la falta de estabilidad en España desde la Segunda República, una época oscura y mal documentada. «Fueron cinco años muy turbulentos que desembocaron en una Guerra Civil atroz y 40 años de dictadura. No fueron las condiciones idóneas, además del gran interés de los vencedores en que no se estudie objetivamente y la desaparición de mucha documentación. Después, los bandos en España no se han puesto de acuerdo, con una derecha que ha sido muy hostil y una iglesia muy dogmática». El hispanista ve sin embargo un futuro esperanzador: «Américo Castro decía que el español vive desviviéndose y Larra hablaba de España como la nueva Penélope, tejiendo y destejiendo... yo creo que la gran España está naciendo ahora». Respecto a la muerte de Prim, Gibson plantea varias hipótesis y descarta otras, como la que señala a los republicanos. «Se tramó desde las alturas y costó mucho dinero. Hubo mucha gente involucrada en un asesinato de esa envergadura y que desaparecieron de la faz de la tierra», argumenta. «Otra opción es la que apunta al Duque de Montpensier, que no quería que Amadeo fuera Rey de España. También el general Serrano es otro de los posibles culpables, que odiaba a Prim e iba a perder poder con la llegada de Amadeo».

El eterno desaparecido

Su primera incursión en la novela le ha valido el Premio Fernando Lara 2012 y un soplo de aire fresco en su meticulosa labor como hispanista.

Más aún tras el disgusto que aún experimenta tras fracasar en la búsqueda de la fosa donde descansan los restos del poeta que ha hecho girar su vida y su obra durante las últimas décadas, Federico García Lorca. «Se preparó mal la investigación previa y me dolió mucho que no me consultasen, aunque solo fuera porque he dedicado 40 años a investigar la vida y la muerte de Lorca». Tras el varapalo, Gibson defiende aún más si cabe que continúe la búsqueda. «Es el poeta español más leído de todos los tiempos, el más amado y una víctima del fascismo. Debería ser cuestión de Estado, por todo lo que Lorca hizo por su país. Es el mejor embajador de todos los tiempos y no sabemos dónde está», reclama.

Para Gibson, la tarea pendiente de este país es la dificultad para sacudir «los odios y los miedos instalados en la gente». Destaca las «huellas terribles que dejó la Guerra Civil» y el aún permanente «problema de las dos Españas», con ideas «muy reaccionarias metidas en el ADN de mucha gente». La solución, asegura, pasa por «una derecha más magnánima y que practique el cristianismo que predica». «Un país no puede seguir con sus muertos en las cunetas. Hay quien dice que eso es remover el odio, pero no lo acepto; viajo mucho por el país y no he visto odio ni afán de venganza, solo sed de justicia».

Tras la apasionada disección de los problemas de España, país que lo adoptó hace décadas, el autor regresa a una postura más académica. «Yo no puedo arreglar los problemas de este país, solo puedo escribir algún libro que contribuya».