El leonés Eduardo Arroyo lanza un pulso a Van Eyck
El artista de ‘Las Moscas’ expone en el Museo del Prado su versión del ‘Cordero místico’ .
Eduardo Arroyo se ha enfrentado a los hermanos Hubert y Jan van Eyck. Cuando vio La adoración del cordero místico, un políptico pintado en 1432 por los artistas flamencos para el altar de la Catedral de San Bavón, se quedó fascinado. «Me hice a mí mismo el encargo de reinterpretarlo». El artista leonés expone a partir de mañana en el Museo del Prado los 21 dibujos en blanco y negro -tantos como tablas tiene el políptico de Gante-, que comenzó a pintar en el 2008. Confiesa que «fue muy complicado. Empecé a trabajar en la obra sin saber su destino». Curiosamente, el cordero no aparece en la versión de Arroyo. En su lugar, el artista oriundo de Robles de Laciana ha colocado su animal ‘fetiche’ y protagonista de su único conjunto escultórico en un espacio público, las polémicas ‘Moscas’ de Puerta Castillo. Moscas que se mezclan con Óscar Wilde, Freude o Peggy Guggenheim.
El retablo de los Van Eyck, obra crucial del arte y una de las ‘siete maravillas de Bélgica’, también ostenta un récord histórico de robos, aunque ello no influyó en la decisión de Arroyo de ‘reinventar’ esta obra maestra. «Como los seres humanos, las obras de arte sufren destrozos, críticas... Y, en este caso, ha tenido una vida muy particular. Uno de los paneles se repintó porque desapareció y nunca llegó a descubrirse su paradero», cuenta Arroyo.
Los demonios de Arroyo
Él ha puesto caras conocidas a los personajes que pueblan el retablo de los Van Eyck. Los demonios, en su versión, son famosos dictadores, como Franco, Hitler, Pinochet, Mussolini, Stalin o Fidel Castro. La crítica a los tiranos ha estado presente con mayor o menor intensidad en toda su producción artística y en su vida. Con la exposición Los cuatro dictadores: Hitler, Franco, Mussolini y Salazar, Arroyo provocó un auténtico escándalo en 1963 en la Bienal de París. «Los dictadores me persiguen», bromea. «Están en mi subconsciente y es difícil desembarazarse de ellos».
Revisar el Cordero místico ha resultado un trabajo ímprobo, en cuya fase preliminar el artista leonés dibujó a lápiz sobre papel vegetal y con idéntico tamaño las 21 tablas del retablo. Le van los retos. Eduardo Arroyo, al que le gusta ponerse ejercicios y jugar a las dualidades, quiso hacer en dibujo una obra que, paradójicamente, está considerada como el principio de la pintura al óleo. Porque, también «al contrario» reinterpretó al óleo seis grabados de Durero. Es parte de su búsqueda, de la conquista de un lenguaje artístico; la lucha sin tregua que persigue todo creador.
El Prado exhibirá como contrapunto al trabajo de Arroyo la única tabla que posee de la escuela de Jan van Eyck, La fuente de la gracia.
El proceso creativo de Arroyo también estará presente en la muestra, quizá como un guiño a su faceta de escenógrafo y porque, como reconoce tras una breve reflexión, «hay mucho de escenografía en el Cordero místico, incluso, en la manera en que está mostrado al público». En El Prado Arroyo no ha colocado los dibujos en el mismo orden en el que figuran las tablas en el retablo original, que se le antoja, de pronto, parecido a un telón teatral. «Es muy calderoniano», añade.
Las imágenes que le sirvieron de punto de partida, los materiales de trabajo, bocetos y dibujos en color arroparán la revisión que Arroyo ha hecho de los Van Eyck. No es la primera vez que el artista leonés ‘actualiza’ una obra maestra. En los setenta se dejó seducir por la Noche de ronda , de Rembrant -pintura que hoy guarda enrollada en casa- y antes, en los sesenta, por Velázquez y Goya. «Casi todos los pintores, en su juventud o ya maduros, han mirado a otros pintores y los han ‘copiado’, los han versionado o traducido...».