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Un patrimonio de ‘locura’

La Diputación quiso convertir el monasterio de Eslonza en manicomio en 1935 y en los años 40 hubo un plan para trasladar Escalada al antiguo cementerio de León.

Detalle de las ruinas del monasterio de San Pedro de Eslonza.

León

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Algunos monumentos de León han sobrevivido a proyectos tan descabellados como convertirse en manicomio o servir de adorno para un cementerio. El 5 de julio de 1935 la Diputación debatía acaloradamente sobre la idoneidad de crear un sanatorio psiquiátrico en el monasterio de San Pedro de Eslonza.

Son los técnicos de la institución provincial los que aconsejan este enclave. El Diario de León de la época escribe: «Al diputado señor Lobato no le parece oportuno el monasterio de Eslonza por lo alejado de la ciudad y propone adquirir terrenos cerca de León, donde se encontrarán a bajo precio».

Finalmente, en 1946 el obispo Almarcha compra el monasterio de Eslonza en 100.000 pesetas. La idea inicial era salvarlo de la ruina, pero ante la dificultad de mantenerlo y darle utilidad, decidió finalmente trasladar algunas partes, como la fachada, y reutilizarlas en la iglesia de San Juan y San Pedro de Renueva. Se consumaba así el expolio del que había sido uno de los primeros y más importantes monasterios de España.

La misma suerte que Eslonza -acabar adosado a otro edificio- corrieron la antigua fábrica de hilados, hoy parte de la fachada de la Audiencia Provincial o el Palacio de Renedo de Valdetuéjar, que se puede ver en el frontal de hospital Nuestra Señora de Regla.

El monasterio de Escalada, joya del mozárabe, a punto estuvo de convertirse en ‘adorno urbano’ en los años cuarenta. El que fuera alcalde de la ciudad de León entre 1946 y 1951, José Eguiegaray Pallarés, relata en un libro este episodio. En aquella época se pensó traer el monasterio al solar del desaparecido cementerio municipal y rodear el monumento de «un extenso jardín».

Niños arqueólogos

Para fascinante, la historia del descubrimiento del Ídolo de Noceda del Bierzo. Corría el año 1969 y en Radio Nacional triunfaba el programa Misión rescate, cuya finalidad era despertar el interés de los escolares por el patrimonio histórico e incitar a los niños a descubri­r obras de arte desco­nocidas o simplemente ocultas. Lo curioso es que aquel programa dio sus frutos y permitió rescatar decenas de piezas artísticas. En Noceda del Bierzo los alumnos de la maestra Felisa Rodríguez localizaban una singular ‘piedra’ utilizada por una vecina en un telar y que resultó ser un ídolo de la fertilidad del segundo milenio antes de Cristo. La ‘piedra’, por supuesto, se la quedó el Museo Arqueológico Nacional.

Uno de los episodios más ‘absurdos’ relacionadas con el patrimonio fue el desembarco de un equipo de investigadores de la Fundación Paul Getty en la Catedral de León. Querían resolver cómo atajar el ‘mal de la piedra’ y analizar las vidrieras para averiguar el método de restauración más idóneo. En agosto de 1986 los expertos norteamericanos se llevaron del templo gótico leonés 23 muestras de vidrieras de todas las épocas y colores. Su conclusión fue que había altos niveles de corrosión. No volvieron.

Junto a los célebres casos de expoliadores norteamericanos, como Randolph Hearst, que compró incontables obras en la provincia, los robos y saqueos o el inexplicable viaje de piezas de arte que acabaron en museos de todo el mundo, en ocasiones también fruto de la rapiña, una historia fascinante es la desaparición del mantón de Doña Sancha. En 1858 la reina Isabel II visita el Panteón Real de San Isidoro. Al ver la ‘pobreza’ con que se conservaban los restos momificados de la hija de Doña Urraca prometió enviar un mantón brocado de oro para cubrir a la momia. El gobernador civil nombrado tras la revolución de la Gloriosa en 1868, Tomás de Aquino Arderius, visita el Panteón Real y a su esposa le llama la atención el mantón, que pide prestado con la intención de ‘copiarlo’. Ahí se perdió la pista.

Sobre el patrimonio ‘disperso’ de León, no deja de llamar la atención que, por ejemplo, cerámicas procedentes de la ciudad astur-romana de Lancia se encuentren hoy en los museos arqueológicos de Lugo, La Coruña y Santander, que también posee un hacha de época prehistórica procedente del Bierzo. Una de las joyas del Museo Arqueológico Nacional, donde son incontables las piezas procedentes de León, es la lápida del sepulcro de Alfonso Pérez Ansúrez, hijo de Pedro Ansúrez, uno de los nobles del círculo más próximo del rey Alfonso VI. La pieza, que procedía de Sahagún, acaba en extrañas circunstancias en Estados Unidos, concretamente, en el Fogg Museum de Harvard. El Museo Arqueológico Nacional la recuperó canjeándola por otra pieza en 1933. Está considerada como una de las obras más valiosas de estilo románico que conserva el museo madrileño.