La Universidad desvela los secretos de la ‘favorita’ del rey Sancho IV
Teresa Gil, infanta de Portugal, murió a los 45 años de edad y tuvo una muerte rápida.
Teresa Gil es uno de los enigmas de la historia de Castilla. Sin duda una personalidad de la Baja Edad Media, nació en Portugal y era hija de Gil Martín y María Anes de Maia, ambos de buen linaje. Cuando su padre pasó a formar parte de la corte se trasladó con su familia a Castilla, ya que su padre era hombre de confianza del rey Alfonso X el Sabio, llegando a ser testigo de su testamento. Le fue otorgado el título de ricahembra de Castilla, a pesar de no descender de la primera nobleza española, gracias a los favores del rey Sancho IV, con quien, se dice, mantenía ‘buena relación’. Esta relación la posibilitó adquirir un amplio patrimonio en Castilla, Portugal y Valladolid. En Zamora fundó el monasterio de Sacti Spiritu en Toro, donde está enterrada, y se cree que fue abadesa del monasterio de las Huelgas Reales de Valladolid, en el que se conservan dos pinturas del siglo XVII con su figura y nombre.
Teresa Gil se convirtió en abadesa el año en el que el rey Sancho contrajo matrimonio con María de Molina. Sin embargo, se cree que nunca tomó los hábitos y buena prueba de ello es que su ajuar funerario no era conventual. Bien al contrario, se la enterró con indumentaria seglar. Se sabe que mantenía una mala relación con las Órdenes Militares, al contrario que con los monasterios, y era famosa su generosidad, hecho comprobable gracias al pormenorizado testamento que dejó, en el que legaba valiosas pertenencias a sus criados, escuderos y doncellas.
Sin lesiones
Los datos históricos que aporta Luis Caro, profesor de Antropología Física de la Universidad de León, indica que la momia de Tereas Gil revela que no existen lesiones visibles, aunque sí hiperextensión de las manos y de los pies hacia delante, hecho intencional que consiste en forzar la incipiente rigidez cadavérica para extender ambas extremidades . Las manos están atadas y colocadas expresamente para ser expuestas y recubiertas de lujosos guantes de piel.
En el estudio antropológico en el laboratorio pudieron determinar la edad de la muerte (45-50 años) por las características de la sínfisis pública así como la estatura en vida (155-160 centímetros) gracias a las dimensiones del húmero y el radio conservados. Respecto a la causa de la muerte, los análisis concluyen que se trató de un proceso agudo, no crónico y por tanto no dejó evidencias en los restos momificados ni en el tejido óeso.
Uno de los temas más controvertidos en el caso de Teresa Gil es el hecho de si pudo o no haber tenido hijos, uno de los datos que reforzarían la hipótesis de su relación con el rey. Luis Caro explica que los análisis no confirmarón la existencia de cicatrices del parto, unas señales que aparecen en la región dorsal del pubis como resultado de los microtraumatismos que se producen en los ligamentos en la fase de dilatación y nacimiento. «No obstante, su aausencia no descarta totalmente que tuviese hijos», manifiesta Luis Caro.
Por otro lado, el estudio radiológico del cadáver no ha detectado ningún tipo de lesión que pudiera relacionarse con la causa de la muerte.