«Es imposible que hoy en León se repita un caso como el de Borja»
Máximo Rascón habla del «estricto control» que existe sobre el arte sacro diocesano.
Para el Ecce Homo de la iglesia de la Misericordia de la localidad zaragozana de Borja, fue peor el remedio que la enfermedad. Pero el destrozo cometido por la octogenaria Cecilia Giménez sería «impensable» en los templos del Obispado de León, a juicio del responsable diocesano de patrimonio, Máximo Gómez Rascón, por la «gran profesionalidad» de los técnicos encargados de restaurarlos y la «estricta supervisión» a la que se somete cada obra rehabilitada.
El también responsable del Centro de Conservación y Restauración de la Diócesis de León explica que, al menos en lo que respecta a este taller, las obras que llegan a él están «muy controladas» y se encuentran siempre a cargo de profesionales «plenamente capacitados» cuyo trabajo se somete a «estrictos controles de calidad». «Hoy por hoy, sería imposible que se produjera un caso como ese», asegura Gómez Rascón, pero puntualiza que «barbaridades» como esa sí que tuvieron lugar «veinte años atrás», antes de la vigente Ley de Patrimonio.
«Es muy difícil porque hoy, para que una obra pueda llegar a ser restaurada, tiene que haber primero un diagnóstico de la misma, autorizado por el párroco del templo, no se toca nada en una iglesia sin que el sacerdote lo sepa o lo consienta», reflexionó Gómez Rascón.
A su vez, la restauradora Marta Eva Castellanos, que dirige el citado centro, se reafirma en la alta cualificación que, actualmente, es necesaria para poder acometer el arreglo de una obra artística (ella misma, sin ir más lejos, es licenciada en Historia del Arte, Diplomada en Conservación y Restauración de Bienes Culturales y hasta perito judicial). «Una restauración ha de ser reversible, es decir, ha de poder eliminarse, y discernible, esto es, tiene que, de alguna manera, ‘notarse’ que esa parte se ha restaurado, pero integrada en el contexto», añade. «Y de la misma manera que alguien que no sea dentista no se le ocurre ponerse a sacar una muela, nadie que no sea un profesional de la restauración debería intentar restaurar una obra», argumenta. «El restaurador no pinta ni rehace, restaura —avisa— y esa labor, hoy en día, tiene mucho de investigación, de trabajo científico».
Así, para Marta Eva Castellanos, lo ocurrido estos días en la localidad aragonesa de Borja pone de manifiesto «el nivel de desconocimiento tan grande que existe en la sociedad sobre nuestra profesión».