Diario de León

De Carnicer a Carnicer

Quintanilla de Losada acoge hoy el estreno del documental ‘Donde las Hurdes se llaman Cabrera, 50 años después», de Alonso Carnicer y Sara Grimal.

Doireann McDermott, esposa de Ramón Carnicer, con su hijo Alonso bajo un castaño en Puente de Domingo Flórez en 1962.

Doireann McDermott, esposa de Ramón Carnicer, con su hijo Alonso bajo un castaño en Puente de Domingo Flórez en 1962.

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ana gaitero | león
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La Cabrera viaja hoy en el tiempo de la mano del II Festival de Cine Etnográfico y de Naturaleza en el Medio Rural que arrancó ayer en las escuelas de Quintanilla de Losada (Encinedo), de la mano de El Búho Viajero, con los documentales Gabarreros , de José Antonio Vallejo, y Toco el cielo, toco la tierra , del biólogo y realizador Víctor Casas.

Hace 50 años Ramón Carnicer recorrió a pie estas tierras, entonces olvidadas y dejadas de la mano de Dios y de los gobernantes. Plasmó sus vivencias en el libro Donde las Hurdes se llaman Cabrera , publicado en 1964 con fotos del autor, y levantó una polvareda política y social de la que todavía hoy quedan vestigios.

El documental Donde las Hurdes se llaman Cabrera, 50 años después , realizado por su hijo, Alonso Carnicer, y Sara Grimal, ambos periodistas en TV3, estrena su primera parte esta tarde después de dos años desde que iniciaron el primer rodaje tras los pasos del épico viaje de Ramón Carnicer.

La cinta recupera la voz de algunas de las personas que conoció y, en algún caso, retrató el viajero escritor —la niña Basilisa, hoy cartera de Castrillo de Cabrera, entre otras— y se adentra por los caminos originarios por los que anduvo Carnicer con el cayado que le regalaron en la cantina de Castroquilame. «Es de Antonio, el de Silván, un borrachón de mala boca», le informó. El caso es que a Ramón Carnicer el bastón le hizo mucho servicio para subir aquellas cuestas. Entonces, por La Cabrera Baja, la carretera terminaba en Pombriego.

A falta de puentes las gentes se las ingeniaban para cruzar las aguas del Cabrera. El viajero fue testigo del trasvase de vino de un lado a otro del río usando un tubo de plástico conectado a dos cubas.

Una aventura familiar

Alonso Carnicer era un niño aquel verano de 1962. Hizo el viaje en tren desde Barcelona con su padre y su madre, cruzó el puente colgante por el que Ramiro cobraba una peseta en Puente de Domingo Flórez y, cuando su padre desapareció en el horizonte, comenzó para él una aventura rural. «Me olvidé completamente de él al disfrutar de aquella vida tan diferente a la de Barcelona», afirma.

Su madre, Doireann McDermott, recuerda que su hijo «se hizo amigo de los niños del pueblo y fue muy feliz. No le veía. Estaba en la calle jugando con los chicos y también hacían algunos trabajos, porque todos los niños de allí trabajaban». «Repartíamos periódicos y ayudábamos a embotellar en la fábrica de gaseosas», añade Alonso Carnicer.

«Fue toda una aventura y muy buena experiencia para Alonso», concluye la madre. Y también para ella. «Iba a lavar mi ropa al río y como los domingos todo el mundo iba a misa, yo también. Una cosa que me sorprendió es que no había asientos en la iglesia y que todo el mundo llevaba su silla», cuenta. También le llamó la atención la ceremonia de la compraventa de caballos o burros en la feria del ganado a la que asistió. «Duraba casi todo el día y mientras iban tanteando el precio final, hablaban y hablaban», apostilla.

Al cabo de dos semanas, Ramón Carnicer regresó de su aventura cabreiresa. «Bajó feliz, muy tostado y dijo que había pasado una semana maravillosa. Disfrutó muchísimo. Años después, volvimos en coche», recuerda Doireann McDermott.

«Tú vienes en coche, no andando como tu padre», dijo Graciano el de Noceda a Alonso Carnicer cuando se presentó en su casa. Pasado y presente se suporponen en el documental gestado «a raíz del homenaje que hicieron a mi padre en Encinedo hace cuatro años», apunta Alonso Carnicer. En medio siglo «ha habido grandes cambios, el presente es de carreteras, canteras y land rover, pero hay un hilo de continuidad con el pasado a través de las personas», subraya.

Sara Grimal destaca la «amabilidad de la gente» de La Cabrera y los «fuertes contrastes» en su manera de vivir. La periodista reflexiona sobre el futuro: «Es complicado por la despoblación».

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