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El ‘yo acuso’ de Salman Rushdie

El escritor iraní presentó ayer su autobiografía, ‘Joseph Anton’, un alegato por la libertad de expresión y la literatura. «Los libros no son crímenes, son libros», defiende.

El escritor angloindio Salman Rushdie.

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viviana garcía | londres
León

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El escritor Salman Rushdie considera superada la amenaza iraní por Los versos satánicos» y califica de «error que los extremistas impongan condiciones sobre lo que se escribe, porque «los libros no son crímenes, son libros». El autor, ganador del prestigioso premio literario Booker Prize en 1981 por Hijos de la medianoche , concedió una entrevista a Efe con motivo de la publicación de su autobiografía, titulada Joseph Anton , el nombre que llevaba en la clandestinidad.

Nacido en Bombay el 17 de junio de 1947, dos meses antes de la independencia de la India, Rushdie cuenta en su nuevo libro cómo el 14 de febrero de 1989 su vida cambió por completo cuando el ayatolá Jomeini de Irán declaró una fatua (edicto religioso, en este caso, de condena a muerte) contra él por considerar Los versos satánicos blasfemos con el Islam.

El libro había sido publicado en septiembre de 1988, pero su difusión provocó la ira del mundo musulmán y Jomeini ofreció una recompensa millonaria por la cabeza de Rushdie. El literato angloindio insistió en que no está arrepentido de haberlo escrito: «Me gusta mi libro, es un buen libro, es una legítima obra de arte». Y atacó a quienes han tratado de coartar la libertad de expresión porque se han sentido ofendidos. «Estoy cansado de gente religiosa que dice que necesita un trato especial. No merece un trato especial (...) Si no te gusta un libro, no lo leas, lee otro. Por eso hay tantos libros en el mundo, nadie te obliga a leer un libro de 600 folios», dijo Rushdie en una entrevista en la agencia literaria The Wylie que duró una hora. Y defendió su libertad literaria, porque considera que tiene derecho a «escribir un libro de una manera determinada». «Yo entro en una librería —afirmó— y hay muchos libros que no me gustan, pero no incendio la librería».

Extremismos

Para él, el error de nuestro tiempo ha sido permitir que extremistas religiosos impongan condiciones y digan «no se puede hacer nada que no nos guste, de lo contrario vamos a matarte». «Ese es el crimen, la amenaza de la violencia, porque los libros no son crímenes, son libros, con excepción de Mein Kampf ( Mi lucha , la obra de Adolf Hitler)», resaltó Rushdie que mencionó entre sus autores latinoamericanos favoritos al hispanoperuano Mario Vargas Llosa, al mexicano Carlos Fuentes y al argentino Jorge Luis Borges.

El título de su autobiografía responde al nombre con el que le conocía la Policía durante los años que pasó en la clandestinidad, hasta que en 2002 dejó de esconderse al disiparse la amenaza iraní. El nombre de Joseph Anton surgió porque los agentes que le custodiaban necesitaban un seudónimo para llamarlo cada vez que salían de casa sin despertar las sospechas de la gente.

La génesis del nombre

Entonces Rushdie pensó en escritores famosos y las posibles combinaciones, y se le ocurrieron Conrad y Chéjov: Joseph Anton, por sus nombres. Aunque el nombre «no me gustaba —dijo—; lo odiaba», le ayudó a entender lo duro que es para una persona vivir sin su verdadera identidad. «La idea es decirle a la gente que piense lo que es abandonar tu nombre durante una década, ser conocido por otro nombre porque el tuyo ya es conocido. Cuando me deshice del de Joseph Anton me sentí aliviado», relató el autor. Según explicó, su protección policial terminó hace diez años y ahora todo es normal, si bien admitió que el tiempo que se vio obligado a vivir escondido en el Reino Unido, mudándose de casa en casa, fue de un enorme estrés para él y para su familia. Durante los dos años siguientes a la fatua, se mudó hasta quince veces de casa, casi siempre fuera de la capital británica y, en algunas ocasiones, vivió con amigos en Escocia. «Es muy claustrofóbico vivir todo el tiempo con hombres armados en casa, es muy difícil hacer algo de manera espontánea», ya que tenía que avisar con antelación si quería salir a tomar aire fresco, recordó. «Tenía que avisarle al policía, entonces él me decía: ‘Danos una hora y te llevamos a dar un paseo’. Pero yo quería salir en ese momento».