opinión | crítica de televisión
Tensiones
José María Cillero
Castle’ arrancó el miércoles su quinta temporada en Cuatro con la dificultad para los guionistas de manejar el paso de una relación de tensión sexual no resuelta a una nueva situación de pareja. La detective Beckett y el escritor Castle tratan de mantener su romance a resguardo de sus compañeros de reparto, mientras los creadores de la serie intentan que los televidentes permanezcan fieles a las tramas, ahora que «eso que se veía venir» por fin ha venido y el exceso de almíbar amenace con invadir lo que antes era puro e ingenioso juego de cortejo.
Qué tiempos en los que los protagonistas eran parejas desde el primer minuto y no había más tensión que la propia e inherente al matrimonio. Ahí están Desi Arnaz y Lucille Ball, marido y mujer dentro y fuera del plató, cuyo show fue el programa más visto de los 50. En los 60, Maxwell Smart, el agente 86, compartía hogar y misiones disparatadas con su señora, la agente 99. Una década después fue turno de McMillan y esposa , con Rock Hudson y Susan Saint James resolviendo crímenes.
Pero en los 80 y de la mano de Remington Steele primero y de Luz de luna después, la moda de la UST (unsolved sexual tension) llegó como recurso efectivo para enganchar audiencia. Los casos más celebrados, Rachel y Ross en Friends , el doctor House y Cuddy, Mulder y Scully en Expediente X o Brennan y Booth en Bones . Aunque tampoco se salva el producto nacional, Marcos y Eva en Los Serrano , el doctor Martín y cuñada en Médico de familia ; otros cuñados, pero del Siglo de Oro, Gonzalo y Margarita, en Águila roja ; Luisma y Paz en Aída .
Los guionistas ceden, aquello acaba en boda o alcoba y después, solo tres alternativas, que la serie acabe, que uno muera o que rompan y se interponga un tercero, la opción preferida, otra vez a construir el edificio, la parte que más gusta a este lado del televisor. Más que haya tomate, que lo vaya a haber.
A ver si no cómo se explica que Isabel haya subido más de dos puntos de cuota desde que en el capítulo 6 irrumpiera el muy católico Rodolfo Sancho.