Diario de León
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Opinión | javier martín domínguez

Las lágrimas reales en blanco y negro de Arias Navarro anunciando la muerte de Franco son el icono catódico del final del régimen. Su potencia expresiva y su singularidad lo colocan incluso por encima de la foto del cadáver. También se da como real en el imaginario colectivo la voladura del coche de Carrero Blanco saltando por los aires, hecho que marcó el inicio de la agonía del franquismo. Pero tal imagen pertenece a la ficción o a la recreación. Fue rodada casi seis años más tarde, con un coche de juguete, montando por el maquetista Emilio Ruiz del Río para la producción de José Samano, dirigida por el italiano Gillo Pontecorvo y titulada Operación Ogro . Casi 40 años después del magnicidio, la productora Macarena Rey ha revisitado los hechos en versión dirigida por Miguel Bardem. Muchos son los cambios frente a la versión original, que estaba contaminada de una visión militante proetarra, anclada en las grandes actuaciones de Eusebio Poncela, Ángela Molina y José Sacristán. Alcanzar aquél objetivo, atacando al régimen en la yugular en pleno centro de Madrid, rozaba lo imposible. Quizá por eso, y mucho más, las teorías sobre la connivencia de la CIA, la OAS, los comunistas y hasta los anticarreristas del sistema han ido floreciendo para explicar lo inexplicable. Una maraña de especulaciones que son la base novedosa de este Ogro 2 , y que forman una nube de intereses ocultos para hacer saltar por los aires el sistema y favorecer un nuevo futuro. Es en este contexto, donde guión y rodaje encuentra su maridaje perfecto al optar por sustituir la secuencia del coche por los aires por la de una nube de polvo creada por la explosión que envuelve la escena y avanza hasta nublar el objetivo de la cámara. Nada estaba claro, ni quizá lo esté todavía. La nube opaca es el resumen de las contradictorias especulaciones sobre la autoría y las tramas que condujeron a la misma. Bardem mantiene la tensión y el interés con buen pulso, despegándose de la obra de Pontecorvo. Aquí pesa más el ‘thriller’, frente al melodrama político de la primera versión.

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