Crítica de televisión
Hermida, el quinto
Hacía demasiado que no veíamos a Jesús Hermida en televisión y aunque solo fuese por eso no habría estado de más saludar al de casa. Ni lo hizo al principio, ni en la despedida, como si la entrevista al Rey que el viernes por la noche emitió TVE 1 fuese una conversación privada. A ratos lo parecía, aunque el periodista le tratara de usted y don Juan Carlos le tuteara como viejos conocidos -dicen que el Rey no tiene amigos- que son. Estuvo Hermida correcto y cordial, sonriente pero no forzado. Si acaso demasiado solemne: ‘Señor’, ‘Su Majestad’., una y otra vez, como si obviar el trato en alguna de las preguntas fuese una falta de respeto. No hubo sorpresa en el contenido, ya lo advirtieron en TVE para que luego nadie se decepcionara. Y efectivamente las preguntas estaban diseñadas para navegar por el discurso oficialista, con agradecidos desvíos a episodios más privados de la biografía del monarca, especialmente al recordar a su padre y al hablar del Príncipe, «una bendición del cielo como hijo».
Cuando don Juan Carlos mencionó las «políticas rupturistas» no encontró repregunta que le animara a seguir por esa senda. Porque la entrevista no era para eso, y entendimos que don Jesús, más de acuerdo o menos, también habría tenido que ‘firmar’ ciertas condiciones al aceptar el encargo. Gesticulante como es habitual en él, Hermida pecó de alargar demasiado las preguntas, a veces más extensas que las respuestas. Lo que dio la sensación de que la entrevista fue más corta de lo que fue (que lo fue mucho, no pasó de los veinte minutos). Si estaba tenso el rostro no le delató, quizá un poco la postura del cuerpo, echada hacia delante, en contraste con la posición relajada de su interlocutor. Pero es que el Rey jugaba en casa y Hermida era el invitado. De honor, pero el invitado al fin y al cabo.