El taco
Crítica de televisión javier martín-domínguez
Las tertulias teledigitales hierven de gozo al haber encontrado por fin su sucedáneo de Belén Esteban personalizado en Artur Mas y su clan soberanista. El monotema de «los corruptos catalanes haciéndose un Estado a su medida» se ensancha como un magma desde Intereconomia al 13, pasando por 24 Horas o Telemadrid. Mas, acompañado de la extensa familia Pujol, padre, hijos, esposas o amantes, son ahora los personajes de un tipo de televisión que Berlusconi nos enseñó a producir con éxito. Charlatanes en plató, con imágenes en bucle y un monotema para despellejar a personajes públicos. La fórmula es barata y se ha demostrado rentable. Cualquier nuevo dato se estira como chicle para mantener caliente el plató. Dada la ansiedad que causa el medio cuando se envicia con una veta, no extraña que el gran protagonista de esta historia se haya apuntado a visitar otro plató de la competencia para seguir alimentado la polémica.
El dónde, cómo y cuándo de la aparición de Pujol son significativos. No fue a un programa de noticias o entrevistas políticas. Su gran exclusiva la concedió a un programa matinal en la cadena propiedad del empresario que más contundentemente se ha posicionado contra la deriva secesionista, Lara y Antena 3. Ya fue sobresaliente que se implicase en el debate sobre la presunta corrupción familiar. Pero lo más destacado fue lo de pronunciar lo impronunciable. Soltar un «coño» en antena, ni es habitual, ni propio de un político acostumbrado a medir las palabras. ¿Lapsus o énfasis querido? Es el tipo de expresiones malsonantes que en horario protegido son sustituidas por un pitido censor. Aquí, sonó la alarma.
Emparenta Pujol con el lenguaje del golpista Tejero («se sienten, coño»), recordado en el nuevo episodio de Cuéntame sobre la noche de los transistores. Como si el ataque contra el Estado tuviese que llevar aparejadas palabrotas de grueso calibre para dejarse notar, asustar y armar el taco. Otro hito en la historia del medio, que viene a demostrar que algo tan idiosincrásico como el esperpento también emparenta lo catalán y lo español.