José Ángel Magadán poeta
«Por corrosiva, mi poesía no es para todos los estómagos»
«Que no espere el lector encontrar en mis poemas una superficie vacía. Detesto las emociones de saldo», dice este leonés que acaba de cerrar su desgarrada trilogía «sobre lo casual y lo gratuito de la vida».
—Con ‘Polvo de magnesio’ cierra la trilogía que comenzó con ‘Poemas desde la guarida’. ¿Cuáles son los rasgos definitorios de esta trilogía?, ¿qué es lo que realmente une a los tres poemarios?
—El hilo conductor, su denominador común, por así decirlo, es que estos versos tratan básicamente sobre el desmembramiento y la desintegración del ser. Son poemas que hablan de la nada y sobre todo de lo casual y gratuito de la vida. Temas como la locura, la soledad o la muerte conforman el corpus de una trilogía aligerada de virtuosismos formales, en cuyos poemas me decanto por la búsqueda de una eficacia estética, una plasticidad presidida por la belleza y cierta exquisitez. Al tiempo que huyo, al menos lo intento, del arrebatado lirismo al uso propio de la tradición.
—¿Cuál es el humus del que se ha alimentado para llegar a producir este poemario? O dicho de otra forma, ¿de dónde surgen estos versos, qué sentimientos son los que lo han hecho posible?
—Estos poemas nacen del azar, de una libre asociación de ideas; fruto en otras ocasiones del cálculo y la reflexión. Con el trasfondo siempre del inevitable paso del tiempo, esa ley ineluctable. Son poemas descarnados, escritos a pecho descubierto, y algunos llenos de rabia y furia. Expresan en el fondo una profunda rebelión contra la sociedad y sus convenciones.
—¿Por qué el verso? ¿Qué ventajas cree que tiene sobre la prosa a la hora de expresar mejor su pensamiento?
—En el verso se impone la economía del lenguaje, te obliga a ser conciso. A diferencia de lo que sucede en la novela, el trazado del verso es menos cartesiano. No es necesario ser explícito, estás obligado más bien a sugerir. El grado de exigencia estética es superior. Como decía Huidobro, se hace un poema como la Naturaleza hace un árbol: con naturalidad. Creo en una poesía limpia de impurezas, sin contorsiones ni asideros.
—La ironía, a veces incluso el humor ácido o desgarrado, son ingredientes básicos en muchos de estos versos, pero no es habitual toparse con ellos en poesía, ¿Por qué usarlos?
—Si mi poesía estuviera desprovista de ironía, de un humor ácido o desgarrado, como dices, su lectura sería de difícil digestión. No está hecha para todos los estómagos, precisamente por su naturaleza corrosiva. Pues si bien mis poemas parten de un principio constructivo, enseguida prende en ellos la escatología, la sordidez, el pesimismo, la soledad... Una poesía intimista cuya lectura incomoda y atrae a la par. No sé en qué se sustenta ese aliento, pero es el que conforma finalmente la materia de mi poesía. Y sólo salva a través de la ironía, pues confiere al conjunto de mi obra una vis cómica. Como en mi poesía no hay posibilidades de esperanza o redención, busco a través del humor un sorprendente giro final en mis poemas, que perturbe la sensibilidad del lector y arranque en él, a través precisamente de la ironía, un gesto convulso o una sonrisa cómplice. Si bien se trata de una poesía honesta, pongo el acento en el sentido trágico del hombre. Que no espere encontrar el lector en la lectura de mis poemas, una superficie vacía. Detesto las emociones de saldo.
—¿Cuáles son sus poetas imprescindibles?
—J. L. Borges o Fernando Pessoa, por poner dos ejemplos, son poetas a los que leo con regularidad. Los leí en su momento y sigo leyendo sus libros a la menor oportunidad. Quizá porque el punto focal de sus poemas tienen que ver con la memoria. Escriben para no olvidar y reconstruir lo vivido; y así trascender el tiempo. Se trata de ir rellenando los huecos de la memoria. Y no escamotean el tema de la muerte. Exacta, matemática. Una suerte de destino tipo común a todos los seres vivos. Y naturalmente, me siento identificado con ellos.
—¿Le sienta bien a la poesía ser minoritaria? ¿Jamás podrá alcanzar los grandes públicos, o justo en ese momento se desvirtuaría?
—Estoy de acuerdo en que la poesía, hoy en día, es minoritaria, claro está. Suelo decir, medio en broma, que los poetas en España escribimos sólo para poetas. Pero al fin y al cabo, los poetas van a la caza de almas, no de masas.