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«Nadie sabía que esa guerra daría lugar a una dictadura interminable»
Noemí Sabugal presentó ‘Al acecho’ ante numeroso público en el Club de Prensa.
«Todas las guerras no son más que arrogancia y humillación». Así se expresó ayer la escritora y periodista gordonesa Noemí Sabugal durante la presentación de su novela Al acecho, ganadora de la 31 edición del Premio Felipe Trigo, ante el numeroso público que asistió al Club de Prensa de DIARIO DE LEÓN. Una presentación en la que estuvo acompañada por el director de este periódico, Pablo R. Lago; el crítico literario Alfonso García y el profesor y escritor Tomás Néstor Martínez.
Al acecho , cuyo título está inspirado en el poemario de Miguel Hernández El hombre acecha , se sitúa en Madrid en el año 36, en los meses previos al golpe de estado que provocaría la Guerra Civil. Es una novela oscura y asfixiante, en la que a través de Julián Fierro, inspector del cuerpo de Investigación y Vigilancia, que debe resolver un caso de asesinato de adolescentes, veremos cómo la conflictividad social y política intoxica las calles de la ciudad y a sus habitantes. El director del Diario destacó la importancia de la literatura en León, así como el gran número de escritores leoneses. Abogó por abrir camino a nuevos escritores que siguieran la estela de los más consagrados. Lago expresó su satisfacción por presentar la novela de una compañera de trabajo, a la que calificó como «perseverante». Explicó que defiende sus novelas con el mismo ardor que pone en el trabajo periodístico. Para el director del Diario, Sabugal da un paso más con esta segunda novela.
«Se trata de un ambiente difícil y a la tensión creciente le acompaña una tensión literaria muy bien administrada», explicó Alfonso García, crítico literario y ‘paisano’ de la autora. García desveló algunos de sus personajes preferidos de la obra, además del inspector Fierro, como son el cordobés y el poeta, y aprobó la acertada descripción del momento histórico que vivía el país. «El gran mérito de la novela es que, a través de la historia de Fierro, mantiene viva la atención. Hay un ambiente muy bien dibujado».
Sabugal alegó que para retratar ese momento fue esencial el trabajo de documentación con periódicos de la época, sobre todo El Sol , de los que se reproducen noticias e incluso anuncios.
«Eso me permitió ponerme en el pellejo de los que vivían esos días tan turbios, saber las noticias que leían, qué películas iban a ver: Morena clara , El secreto de Charlie Chan y hasta que el cine valía 80 céntimos. Leía el periódico que hubiera leído mi bisabuelo de haber estado en Madrid en esa época», explicó.
El submundo
Por su parte el profesor y escritor Tomás Néstor Martínez valoró especialmente el retrato del «submundo madrileño». «Lo retrata como pocos escritores lo han hecho», aseguró. «Todo lo infrahumano se ve suavizado por el toque lírico y el negro colorido se ve aclarado por la luminosa adjetivación», añadió Martínez. Una poesía, ironizó, que hace incluso que Madrid «pierda su hedor a potaje».
El Madrid de 1936 era una ciudad donde los atentados y manifestaciones se sucedían día tras día. Y donde Fierro, que no es un personaje demasiado positivo («porque yo no escribo hagiografías», dijo Sabugal) querría no ver la realidad. «Es un tipo descreído, que ha sufrido, al que le gustaría mirar hacia otro lado y no ver lo que está pasando. Pero eso no es posible. Desde luego nadie sabía entonces que esa guerra daría lugar a una dictadura interminable».
«Madrid es una ciudad de muertes y Fierro también se ve atrapado por la muerte de esas niñas que tiene que resolver. Es un personaje muy bien dibujado», significó Alfonso García. El crítico también resaltó de Al acecho «su cadencia narrativa, muy viva y llena de detalles». Tomás Néstor Martínez comparó la novela con la narrativa de Baroja y leyó varios pasajes del libro.
Sabugal desveló además la historia de la foto de la portada. Una imagen realizada por Manuel Albero y Francisco Segovia, que fueron fotógrafos de Deportes durante la República y que con la Guerra Civil pasaron a retratar el horror. Con la dictadura franquista fueron depurados y se les prohibió trabajar como periodistas. «Es un símbolo de hasta qué punto cambiaron las vidas de los españoles».