Los ‘incunables’ de Luis Mateo
El escritor leonés dona a la Biblioteca Nacional tres novelas manuscritas y una pluma.
Textos con espléndida caligrafía y apenas tachones. Tres novelas escritas de puño y letra por Luis Mateo Díez en los albores de la informática. Un curioso legado que el escritor y académico leonés ha donado a la Biblioteca Nacional de España, con la que confiesa que tenía una deuda pendiente cuando hace años le reclamaron textos manuscritos para el fondo de originales que conserva esta institución.
Las tres novelas autógrafas -y no íntegras- que les ha enviado el escritor leonés son La fuente de la Edad, con la que obtuvo el Premio de la Crítica en 1986 y el Premio Nacional de Narrativa un año después; así como la pluma con la que escribió el libro. También está la primera copia con correcciones a mano de su novela El expediente del náufrago , publicada en 1992; y Fantasmas del invierno, que vio la luz en el 2004. Además de los textos manuscritos, la Biblioteca Nacional ha recibido los cuadernos de trabajo del escritor leonés, que contienen los apuntes preparatorios de sus novelas. «Son como un plano, donde anoto todo lo que se me ocurre cuando estoy escribiendo una novela», aclara. «Tengo cuadernos muy variados» —dice— y reconoce que los más antiguos son «de medio pelo», libretas corrientes que con el tiempo se han hecho más sofisticadas. Asimismo, conserva muchas cuartillas dobladas a la mitad con sus primeros relatos. Páginas en la que sorprende la pulcritud y la cuidada letra del autor de Fábulas del sentimiento. « Escribía con seguridad, aunque corregía mucho al pasar a máquina». Luis Mateo se autodefine como un hombre de la «era Amstrad» (su primer ordenador), a pesar de que todavía hoy sus anotaciones son ‘amanuenses’.
Los originales de Luis Mateo Díez se suman a los que la Biblioteca Nacional posee de autores como Muñoz Molina, Joan Margarit, Jesús Marchamalo, Jesús Pardo de Santayana, Antonio Altarriba, Joaquim Aubert o Eliacer Cansino...
Capítulos ‘tachados’
Luis Mateo se ha comprometido a legar parte de sus manuscritos a la biblioteca de la Real Academia, donde ocupa el sillón ‘I’. Tiene la intención de entregar a la RAE el cuaderno de trabajo, la primera copia a ordenador y la corrección de pruebas de Pájaro sin vuelo. Los investigadores descubrirán que llegó al final del libro eliminando tres capítulos. Así que estas páginas que no vieron la luz serán todo un hallazgo para los investigadores.
Ayer el escritor lacianiego hacía un gran descubrimiento. La Biblioteca del Ayuntamiento madrileño, donde ingresó en 1969, conservaba 25 cajas con sus cuadernos, ediciones de sus libros en otros idiomas, artículos de prensa, el original de un libro de Agustín Delgado... y material curioso que el escritor casi había olvidado. «No soy una urraca. No tengo sentido de la propiedad», asegura. Pero, inevitablemente, a sus 70 años ha acumulado cientos de libros y ‘montañas’ de papeles. Tras admitir su «desorden» recuerda que una universidad francesa de Borgoña le propuso un singular experimento: que tirase en un caja los folios que fuera descartando, «una especie de detritus del proceso creativo». Nunca aceptó el trato.
El escritor leonés destaca que hace tres años Tomás Val y Carmen Toledo publicaron Inventario de Luis Mateo Díez, donde ponían en orden entrevistas, artículos, la correspondencia que recibió el autor cuando le concedieron el Premio Nacional de Literatura o las felicitaciones tras ingresar en la RAE. «Es lo que se llama un archivo de autor muy interesante», basado en un material que, de momento, está guardado en un desván.
Tampoco ha olvidado un fallido proyecto que encabezaba Delibes para crear en Castilla y León una Fundación General que abarcara a escritores y artistas. «Me pareció una gran idea, a la que habría legado mis cosas». «En casa tantas cajas no me caben. Sería una manera de ordenar los restos del naufragio...», asegura.