El tiempo de la mina apresado en lila
Xeitu prepara una historia sobre la minería a partir de las cartas de amor de Marcelo Jorissen y Pilar García.
«Pienso en tí, poco a poco olvidaremos el dolor y pensaremos en nuestro porvenir. Volveré a no pensar más que en quererte como sabes que te quiero. Esa es la vida, unos desaparecen y otros piensan en crear vida nueva...»
Una historia que empieza ahora que la historia que ellos dos iniciaron acaba de certificar que todo se acaba. La historia a través de las secuencias de la intimidad de una pareja de enamorados; será la historia de cómo la minería modificó la vida y la fisionomía de Laciana, y se hará mediante los renglones que durante años fueron enviándose Pilar García y el que terminaría convirtiéndose en su marido, Marcelo Jorissen, ‘el Belga’, el ‘alma máter’ de la Minero Siderúrgica de Ponferrada, el artífice del desarrollo industrial de Laciana y El Bierzo.
Este libro podría adquirir tintes de novela al estilo de Zola, pero Germinal podría dulcificarse y reescribirse siguiendo el rastro de la memoria que tratamos de congelar para no sentir que el tiempo se nos escapa. Entonces, sería como en Escenas de cine mudo .
Ahora que todo está a punto de acabar, Xeitu se pone a recordar el momento en el que todo comenzó, a través de la memoria detenida en un conjunto de cartas de amor que Víctor del Reguero encontraba meses atrás en el fondo de un cajón. «Desde hace un tiempo, en el Club Xeitu se trabaja en la que será la primera biografía de Jorissen, y en la que se abordará no solamente su vida sino el devenir de Laciana y El Bierzo durante el pasado siglo, con el eje central de su vida y el desarrollo de la minería del carbón», destaca.
La biografía de ‘El belga’ puede utilizarse para narrar la propia trayectoria de la MSP. Nacido en Bruselas, se nacionalizó español al realizar sus estudios de ingeniero de minas en la Escuela Superior de Madrid, donde fue catedrático y más tarde director, algo que compatibilizó con su actividad profesional en la MSP. Su vinculación con Laciana se estrechó al conocer a Pilar García, vecina de Caboalles e hija de don Pepe, el entonces propietario de la empresa que hoy se conoce como Hijos de Baldomero García.
Su excelente capacidad y su carácter le hicieron despuntar pronto. En 1927 es nombrado subdirector de la MSP, para ascender cuatro años más tarde al cargo de director general. Su ascenso prosigue con su presencia en el consejo de administración que culminará en 1970, apenas 14 años antes de su muerte, con el cargo de vicepresidente de la sociedad. Bajo su dirección se produjo el importante empuje de la compañía, la diversificación que llevó a MSP a obtener el título de ‘Empresa Ejemplar’. Jorissen obtuvo la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo y la Gran Cruz de Alfonso X El Sabio. De carácter autoritario, mostraba un gran rigor profesional, algo que se ponía de manifiesto en sus sorprendentes visitas a las explotaciones. Este es uno de los capítulos que se tratará en el libro, puesto que hay innumerables anécdotas que todavía se cuentan en el valle de Laciana.
Protagonistas de la MSP
Para la elaboración del libro, los autores, Víctor del Reguero y Jesús Courel, se han puesto en contacto con los protagonistas de aquel momento con el fin de aportar información a la historia y no caer en los tópicos de siempre. Y es que no se puede olvidar que el nacimiento de la MSP estuvo ligado a personalidades como el conde los Gaitanes, José Luis de Ussía y Cubas, que fue el primer presidente. En 1959, Emilio Botín Sanz de Sautuola y López, como vicepresidente, decide la incorporación de su hijo, hoy uno de los mayores banqueros del mundo y presidente del grupo Santander. Compartirá sillón, entre otros, con Pedro Barrié de la Maza, presidente del Banco Pastor, y ‘alma mater’ de la incipiente eléctrica Fenosa, y con un militar, uno de los principales responsables del intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, el teniente general Jaime Milans del Bosch.
Los autores ya han contactado con algunos de los descendientes de todos estos nombres propios. Imágenes inéditas y anécdotas que trascienden para hablarnos de la categoría del momento están ya en el ‘moleskine’ de los investigadores.
El hallazgo
Pero, el principio, la inspiración fueron esas cartas, cartas encontradas en uno de los armarios de la casa familiar, cartas que han conseguido aprisionar ese tiempo perdido con lazos de color violeta... «Todas estaban amontonadas como un ramillete de lilas. Un sobre cerrado minuciosamente, con una leyenda en su esquina inferior izquierda: Minero Siderúrgica de Ponferrada S.A. Oficina de Ponferrada y un rótulo improvisado: Cartas P. M. Parecía antiguo, y lo era, cuando apareció hace unos meses en lo más recóndito del desván. No preservaba ningún aroma, pero al abrirse todo en él pareció conjugarse para recrear en el imaginario la esencia de las lilas, sus flores diminutas, su perfume liviano, el cuadro de Van Gogh. El misterio de todas las conjeturas iniciales (¿Quién sería P. M?, ¿por qué tan premeditadamente guardadas sus cartas?) se tornó al abrirlo en delicado hallazgo. Eran sesenta cartas dentro de sus sobres, circuladas con sellos de 25 céntimos con la efigie de Alfonso XIII y mataselladas en Madrid y Villablino de La Ceana. También había dos telegramas y una esquela recortada del ABC, a la que se debía el papel de luto de dos de las epístolas enviadas desde París. Las cartas de ella estaban circundadas por un lazo de seda de color lila, un poco descolorido y a juego con el tono de los forros de los sobres, incluso con el papel de algunas cartas. Otra vez, en el imaginario, la esencia de las lilas, la imagen de un manojo en un jarrón con agua sobre la mesa, la emoción del primer amor»...
Marcelo Jorissen Braecke había nacido en Bruselas en 1897 y acababa de obtener el título de ingeniero en Madrid cuando llegó a Laciana en 1922. Se había criado en París, de donde huyó en 1914 con su madre y su hermana, cuando los alemanes cercaban en plena Guerra Mundial la ciudad. Aquellos sucesos marcaron para siempre su carácter. En su periodo de estudiante en la Escuela de Ingenieros de Minas de Madrid, vivió en la Residencia de Estudiantes, coincidiendo con la etapa en que permanecieron en la misma personajes como Lorca, Dalí o Buñuel. Al poco tiempo, en 1924, contraería matrimonio con Pilar García Rodríguez, uniendo para siempre sus destinos a los del Valle de Laciana y a los de la propia empresa, a la que se mantendría ligado, siempre en puestos de importante responsabilidad, hasta su fallecimiento seis décadas más tarde, en 1984. Desde su ingreso en la MSP como ingeniero encargado de varios grupos mineros en Laciana, pasó a ser subdirector y director, convirtiéndose al final de su vida en vicepresidente de la que fue la mayor empresa minera del país. Fue, además, profesor y director de la Escuela de Ingenieros de Minas de Madrid, donde en 1967 hizo construir una mina para las prácticas de los estudiantes de la carrera, hoy convertida en un museo que lleva su nombre.
La casualidad le llevó a Laciana, primero como estudiante en prácticas, luego como ingeniero de minas. Poco a poco conoce a Pilar, la hermana de su amigo, de su compañero de la Residencia, de uno de los pocos que descubrieron lo que su rígida timidez celaba. Se ven, se cuentan, se acompañan en largos paseos, se dan la mano, se besan, se abrazan, se susurran al oído… y se hacen novios: «Ya entonces me debió decir algo el corazón y poco a poco aprendí su lenguaje hasta que me mandó hablarte»... Aun así, ella vuelve a Madrid durante el invierno. Pero se escriben. Con la espontaneidad que la caracterizó toda su vida, ella le cuenta a él lo que vive y siente: «Acabamos de llegar. Hemos hecho un viaje cómodo y sin ningún incidente notable. Mi familia me recibió con el cariño y la alegría de siempre y sin embargo yo no estoy contenta como otras veces. Hasta me parece que está Madrid más lejos de Laciana que nunca. Efectos raros de ciertas situaciones sentimentales». La joven enamorada piensa a todas horas en «un minero rubio», que tiznado le parece muy gracioso. Lo ha visto así y en la distancia lo imagina. Y se distrae: «Ayer fui al teatro invitada con Catalina por una familia amiga. De ese tipo de señores buenos que te marean con atenciones y que se presentan a buscarte a las cuatro de la tarde!! Para soltarte a las nueve de la noche. Imagínate las distracciones que tendría en tan largo rato, y la cantidad de –claro está–ya ya–etc. etc. que soltaría a voleo caiga donde caiga por tener el espíritu en otros sitios bien lejanos, entre minas y mineros»...
Entre minas y mineros está él, que entre ternuras de tinta sobre papel y lisonjas cautas le cuenta sus anécdotas, graciosas y pintorescas, como cuando el portero de la Casa-Hotel le entrega las cartas de ella con toda solemnidad porque vienen lacradas. O «unas peleas con el auto cerca de Toreno. Era el Renault de José María y claro, íbamos los dos solos. Por fin logramos dominar aquella mecánica pero no te quiero decir cómo nos pusimos las manos. Media hora tuve que estar quitándome grasa a fuerza de gasolina y cepillo, y luego quitándome la peste de aquella». El ingeniero también piensa en su enamorada a todas horas, y en los malos momentos: «Hoy me has protegido, estoy algo ‘mancado’, una piedra me aplastó algo la punta de un dedo, me duele bastante y la uña caerá. Pero he tenido suerte, no es un dedo necesario para escribir. Ves cómo hasta los peñones mal intencionados, me perjudican ahora en lo menos que pueden! Fue en Sosas y volvía a casa bastante indignado. Con tus cartas olvidé todo».
Y el dolor acontece
Hacen planes de boda. Pero una estela rasgada en negra noche llega y convierte el cielo azulado y rosáceo de una tarde, casi lila, en una oquedad temprana, en casi una anticipada noche invernal. De París llega la noticia de que el padre de él se está muriendo. Se va para allá y la muerte sucede pronto, y llena de dolor al hijo, que a los pocos días se desahoga con su prometida: «Hoy he tenido carta tuya, y con cada una de tus cartas me voy rehaciendo y olvido algo más de mi dolor. Recuerdo siempre aquella tarde última, y la recordaré toda mi vida. Haber podido llorar en tus brazos, fue un alivio muy dulce. Si hubiese estado solo en casa, al fin y al cabo entre extraños, hubiera sido mucho más doloroso aún, pero contigo que ya eres algo mío, que en mis pensamientos confundo conmigo mismo, sentí que sufrías como yo porque me quieres, y esa idea dominaba todo. Pienso en ti, poco a poco olvidaremos el dolor y pensaremos en nuestro porvenir. Volveré a no pensar más que en quererte como sabes que te quiero. Esa es la vida, unos desaparecen y otros piensan en crear vida nueva»... Cartas P. M. de Pilar y Marcelo. La historia de la minería, al fin, no fue otra cosa que una historia de amor asida para siempre por un lazo de seda de color lila.