Diario de León
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Crítica de televisión yolanda veiga

Érase una vez Corina, una chica malagueña, veinteañera y rubia que buscaba su príncipe entre una legión de tróspidos y ‘nerds’... ranas, vaya. Ella era una «chica normal y corriente», dependienta de profesión.

Ellos, de todo menos normales y corrientes: un musculitos evangelista, un ‘fashion victim’ que se lleva siete trajes para unas vacaciones de dos semanas y que «odia» (así, literal) a Pedro Almodovar, otro que se define como un chico «de ojos azules, mandíbula cuadrada y los labios un poco carnosos».

Y ahonda en la descripción: «La cara que tengo yo pues no la tiene nadie, igual que otro tiene una cara que yo no tengo».

Y así hasta 24... Un nivelón. El nuevo engendro romántico de Cuatro viene a competir con Jordi Évole. Bueno, más bien, se emite a la misma hora que Salvados (La Sexta), que es otra cosa muy distinta. Es como cuando se dice alegremente que Anne Igartiburu le hace la competencia a Jorge Javier Vázquez. No, simplemente coinciden en la misma franja horaria, nada más. Y por poco tiempo.

En Mediaset dicen que Un príncipe para Corina y Sálvados son ofertas «complementarias y radicalmente distintas» -claro, ¿qué otra cosa podían ser?-. Y prometen un «culebrón» dominical a base de amores no correspondidos. Como el que nos sirve Évole... a base de recortes.

Se prevé una disputa desigual porque ya quisiera Corina que sus pretendientes fueran igual de incondicionales que lo son los seguidores de Évole.

El catalán, por cierto, acaba de ser elegido por los universitarios como «el mejor entrevistador» de España, ahí es nada. Igual se han pasado los chavales pero, en todo caso, son libres de elegir a los referentes que quieran. Si Corina fuese una chica lista pasaría de tróspidos y guaperas y trataría de conquistar a Jordi. No tiene los ojos claros ni los labios gruesos. Pero sí una cara que no tiene otro.

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