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Ventura abre la puerta grande

Diego Ventura durante la lidia con su primer toro.

Diego Ventura durante la lidia con su primer toro.

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León

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Ganadería: Toros de Carmen Lorenzo, reglamentariamente despuntados y de juego variado. El mejor, el primero; «se dejó» también el segundo; el resto, mansurrones, sosos y parados.

Diego Ventura: rejón contrario (oreja con petición de la segunda); y rejón (dos orejas).

Mariano Rojo: que confirmaba alternativa: pinchazo y rejón caído (ovación); y rejón (oreja).

Leonardo Herández: rejón trasero y descabello (silencio); y pinchazo, rejón y descabello (silencio).

Hay rejoneadores llamados a marcar una época por su innata maestría a la hora de ejecutar todas y cada una de la suertes, por su claridad de ideas, su innegable afición y, por supuesto, por poseer una cuadra valiente y espectacular como pocas.

Diego Ventura reúne todas y cada una esas premisas para que sea considerado todo un número uno del rejoneo actual. Poco a poco está relevando a otro maestro como Hermoso de Mendoza, en cuyo tejado tiene ahora la pelota para no ser sobrepasado por completo por este ciclón hispano-luso.

Un Ventura que mostró las dos caras de su rejoneo. A su primero lo paró de manera magistral y muy en corto con «Maletilla», para, a continuación, calentar los tendidos con templados galopes a dos pistas sobre «Nazarí», llevando al animal cosido a milímetros de la grupa, y en dos pares al quiebro citando de frente y dejándose llegar una barbaridad al de Carmen Lorenzo.

El cénit de la faena llegó montando a Milagro, yegua valiente y arrogante, con la que pegó un quiebro casi en parado de mucho riesgo y emoción. Una rueda de cortas «al violín» fue perfecto corolario para que la plaza se convirtiera en manicomio.

Con el cuarto ya fue otra cosa. Tras un inicio elegante montando a Pegaso, con el que quebró también de maravilla, lo que realmente hizo que la gente se entregara por completo fueron los «efectos especiales».

Con Ordóñez cuarteó Ventura en dos pares también de mucho riesgo ante un animal soso y parado; pero con las batidas de pitón a pitón, las piruetas a la salida de los embroques, y, sobre todo, con los consabidos mordiscos de Morante, se metió al público en el bolsillo.

Otro nombre destacado en la tarde fue Mariano Rojo, que confirmó alternativa con el mejor toro del envío, con el que estuvo correcto pero sin calentar lo suficiente. Lo mejor, las banderillas al quiebro con Mozart, clavando reunido y arriba. Pero el pinchazo previo al rejón final restó enjundia a su labor.

Leonardo Hernández acudía a su cita con Madrid con el contratiempo de no poder echar mano de su cuadra estrella, inmovilizada en México por problemas burocráticos.

 

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