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Esfuerzos sin recompensa

El diestro Manuel Jesús El Cid se volcó con su segundo toro, pero el público no lo reconoció.

El diestro Manuel Jesús El Cid se volcó con su segundo toro, pero el público no lo reconoció.

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León

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Ganadería: Toros de Puerto de San Lorenzo, con finas hechuras y juego dispar: bravo el segundo, encastado el cuarto y noble el quinto. El resto manearon en varas .

El Cid: estocada y descabello (silencio); pinchazo, estocada tendida y descabello (silencio).

Daniel Luque: pinchazo y estocada trasera (silencio); estocada trasera (silencio).

Alberto López Simón: que confirmaba alternativa: cinco pinchazos, estocada y descabello (gran ovación tras aviso); dos pinchazos y estocada tendida (silencio).

paco aguado | madrid

Ya desde el primer toro, la tarde se puso cuesta arriba para la terna de ayer en San Isidro. Y más para el confirmante López Simón, que, en el que debería haber sido su primer muletazo como matador en Las Ventas, se llevó una durísima voltereta.

Citando para un estatuario, el toro se le vino incierto, pero el joven espada aguantó sin moverse hasta sufrir un aparatoso golpe. Pero, tras recuperarse junto a las tablas, el percance no le arredró para irse de nuevo al toro y citarlo en los medios con las dos rodillas en tierra.

La serie de derechazos que vino a continuación tuvo la emoción del valor y la de la estética, pues el madrileño le ligó varios pases templado y largos al toro sin levantarse de la arena. Y vibró el tendido venteño ante lo que sólo fue un espejismo, pues el de Puerto de San Lorenzo no volvió a embestir ni una sola vez con la misma claridad. Aunque pinchó varias veces, el torero de Madrid escuchó una fortísima ovación, en la única recompensa que el público iba a tributar en toda la tarde. Pero volvió a merecerla también con el sexto, un toro manso y violento al que en una faena larga aguantó docenas de tornillazos con el ruedo convertido en un barrizal.

El toro de más calidad y nobleza fue el segundo, el único que empujó de verdad en varas, pero el desdén y las protestas de parte del público llevaron a El Cid a ahorrarse tiempo con él. En cambio, el sevillano sí que se empleó a fondo con el cuarto. Tres series de pases con la mano izquierda y dos con la derecha fueron un esfuerzo que apenas fue valorado por la plaza.

Daniel Luque bajo un aguacero se enfrentó al quinto, con el que anduvo fácil y templado. Luque había hecho ya su mayor esfuerzo con el tercero, al que toreó templadamente a la verónica y con el que se lució con valor en el quite.

La faena de muleta iba para nota cuando la abrió en los medios toreando directamente al natural, pero al cambiarle de pitón el toro comenzó a desarrollar un áspero genio defensivo que obligó al sevillano a fajarse muy en serio para salir airoso del empeño, sin que nadie tampoco se lo agradeciera.

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