Diario de León
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Opinión | josé maría cillero

Televisiones públicas de países intervenidos que cierran de un día para otro. Las hay que hacen un ERE y dejan en la calle a más de 300 personas. Están aquellas que subastan su señal, por la que pretenden obtener 2,7 millones... Por si fuéramos pocos, esas cuyos gestores insisten en que su pervivencia no corre peligro, lo que en cristiano suena a algo muy parecido a lo que debe pensar Lotina cuando la junta directiva de un club le confirma en su puesto: «Hay que hacer las maletas». No pinta mucho mejor en las privadas. A la pelea por hacerse con los derechos de las grandes retransmisiones deportivas le ha sucedido el lamento de los directivos por la falta de rentabilidad de sus inversiones. Primero fue Vasile llorando por el mal negocio de la Eurocopa -pese a ello ha adquirido Brasil 2014-, luego Silvio González, consejero de Atresmedia, por lo que palma Antena 3 con la Fórmula 1. Ahora asoma el inasequible Murdoch pidiendo precio por Canal + para completar su colección de derechos de ligas europeas de fútbol. Son malos tiempos también para la tele, a la que al hambre de la recesión se suman las ganas de comer del cambio en los hábitos de consumo introducidos por Internet y las descargas ilegales. Pero no es de recibo que los televidentes sean los paganos de los efectos de la crisis en el panorama televisivo, ni del fracaso en la viabilidad de un canal público, cuya razón de existir no puede cimentarse en la pretensión de competir en igualdad con las privadas, en un caso; ni de los errores de cálculo en la gestión empresarial de las cadenas propiedad de sus accionistas, en el otro. Una sociedad debe disponer de contenidos televisivos fuera del albur de lo meramente comercial y, ahora menos que nunca, no se puede amenazar al espectador con dejarle sin los partidos de un mundial por culpa de un mercado de derechos inflacionario. Los tiempos demandan gestores a la altura de los problemas que no jueguen con las cosas de comer.

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